ENTRE CERROS Y MONTAÑAS
Por Velia María Hontoria Álvarez
Desde pequeña, escuché a mi mami entonar con la guitarra hermosas canciones, hablando del amor a nuestro pais, de esta bendita tierra a la que amo profundamente. En especial del estado de Guanajuato, además de esta tierra querida, por decisión y elección: soy Celayense, bendecida tierra de las cajetas. En estas letras quiero sentir cómo late en el corazón de cada ciudadano el amor por México, esa porción de tierra que nos acoge, nutriéndonos con esa cultura que nos hace afines, desafiándonos en su diversidad, más también uniéndonos en habla, usada en mayoría.
Sin embargo, en estos tiempos de agitación política, pareciera estamos divididos por barreras invisibles, construidas por la intolerancia y el fanatismo político. Las próximas elecciones se perciben como una batalla campal, donde se buscan las tripas de alguno, omitiendo el ejercicio democrático. Los mensajes y memes en las redes sociales, los grupos de WhatsApp, así como en reuniones laborales y amistosas son dardos envenenados, ensañados a magnificar nuestras diferencias en abismos insalvables. Nos desdeñamos como hermanos, vecinos, amigos, compañeros. Ciudadanos transitando por la casualidad de la coincidencia, más ligados por nuestra mexicanidad.
Te propongo un alto, detengámonos por un instante a mirar nuestro alrededor ¿Qué vemos? ¿Acaso no son mexicanos luchando por sus sueños, trepando por metas, alcanzando los objetivos de sus anhelos? ¿Desde cuándo tus cerros perdieron color y cambiamos de cielo? ¿Cuál fue el día, dime tú, cuando dejamos de compartir el mismo aire para respirar? Es quizá hora de recordar, que más allá de las diferencias políticas, de la diversidad de tantos México, pertenecemos al mismo linaje, enlazados bajo el cobijo del escudo nacional. Por lo tanto, una familia permanece unida para enfrentar los desafíos que puedan llegar. Continuar divididos no es opción. Levantar muros de desconfianza, desprecio, burla y sarcasmo solo intoxican el alma que terminan pudriendo al cuerpo. ¿Cuándo desaprendimos la lección? Un político, una vez en el poder olvida promesas, descansa sonrisas. Bien dice el limeño Huacache en una de sus obras, cuando se cultiva la necedad, la estupidez da frutos. Las palabras de división, insulto y mentira que se han escuchado en estos últimos seis años, nos han debilitado. El rencor ha anidado. El agua envenenada surte efecto, parafraseando a Benitez diría: El viento del odio nos arrastra haciéndonos girar locamente.
Nuestro amado país nos necesita unidos. La corrupción, la pobreza, la desigualdad, las carencias en la salud, la deficiente educación, así como el deterioro ambiental son desafíos que solo podremos avanzar trabajando codo a codo, sin importar el color de la camiseta política. Presentemos un frente común, olvidemos las rivalidades. Dejemos de estar enojados, alejados, seamos mexicanos.
No permitamos que el odio de uno, nos aleje del camino que debemos transitar juntos. Hagamos de la empatía bandera, del diálogo escudo y de la unidad fuerza. Construir el México que merecemos no es cuestión de una persona, menos de un partido sino del actuar de muchos, de la exigencia e involucramiento, es alzar la voz cuando cae un hermano, defender los hijos, a fin de cuentas, son de todos; buscar al perdido, respetar, exigir y cumplir. Sea el amor a la patria guía, recordándonos que juntos, somos invencibles.
¡Mexicanos hagamos historia ¡