//MENSAJE DOMINICAL:// El Reino de Dios es presencia viva que hace vivir

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*XI domingo del tiempo ordinario


Pbro. Carlos Sandoval Rangel

“Yo tomaré un renuevo de la copa de un gran cedro, de su más alta rama cortaré un retoño. Lo plantaré en la cima de un monte excelso y sublime… Echará ramas, dará fruto y se convertirá en un cedro magnífico… Así, todos los árboles del campo sabrán que yo, el Señor, humillo los árboles altos y elevo a los árboles pequeños” (Ez. 17, 22-24). La sentencia del profeta Ezequiel tiene un contexto del todo particular: El pueblo por su idolatría había ido al destierro y, desde ahí, sigue renegando contra Dios, culpa a Dios de lo sucedido. El problema esencial es que el pueblo redujo su fe a la majestuosidad del templo y al simbolismo de la ciudad de Jerusalén. Creen que el templo y la ciudad son la garantía del actuar de Dios, y eso les salva de todo, por lo que descuidan la importancia de la fe viva en el corazón del creyente.
Pero, Dios les hace ver que Él no se condiciona a una ciudad, ni a un templo: “Yo tomaré un renuevo de la copa de un gran cedro, de su más alta rama cortaré un retoño… Echará ramas, dará fruto y se convertirá en un cedro magnífico”. Dios, de cualquier árbol, puede hacer resurgir algo totalmente nuevo, por lo que sus falsas concepciones sobre Jerusalén como capital de la religiosidad, que además se ha corrompido, no tienen más fundamento. Esto, desde luego, tendrá cumplimiento en Jesús que viene con la buena nueva del Reino, de ahí que Marcos inicia la vida pública de Jesús diciendo que el Reino de Dios está cerca (1, 14).
Efectivamente, Cristo anuncia el Reino, como una realidad que va más allá de cualquier lugar. Así, con parábolas nos trata de enseñar los misterios de ese Reino: “El Reino de Dios se parece a lo que sucede cuando un hombre siembra la semilla en la tierra: que pasan las noches y los días y sin que él sapa cómo, la semilla germina y crece; y la tierra por sí sola va produciendo fruto…” (Mc. 4, 26-28).
De ese modo, hace ver que el Reino, al igual que la semilla, tiene un valor en sí mismo y, cuando se le da la posibilidad, aquel potencial de vida puede llegar a alimentarnos con sus frutos. El Reino, en sí, tiene un valor, pues, como dice J. Ratzinger, el Reino es Jesús mismo, que donde encuentra la buena tierra da los mejores frutos. No está condicionado a un lugar o a un espacio, como lo pretendían los judíos.
El Reino “es como un grano de mostaza que, cuando se siembra, es la más pequeña de las semillas; pero una vez sembrada, crece y se convierte en el mayor de los arbustos y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden anidar a su sombra” (Mc. 4, 30-32). Dice el Papa Francisco que la cultura actual se caracteriza por lo inmediato, lo palpable, lo transitorio, lo que dé resultados rápidos, etc. Por eso, el Reino de los Cielos no es algo atrayente para el mundo actual, pues es como grano de mostaza, algo que a los criterios del mundo es insignificante, silencioso; pero, si se le deja desarrollar, se convierte en baluarte donde muchos pueden sostenerse. Como ejemplo de esto, tenemos a los santos y tantas personas buenas, que desde una vida discreta han aportado muchísimo al mundo, han sido sostén para otros. San Francisco, un pequeño hombrecillo, que renunció a las glorias terrenales, para trabajar por el Reino y hasta la fecha sigue siendo una referencia no sólo para la fe, sino para el mundo en general, especialmente para Europa, como promotor de la paz.
Jesús, que está entre nosotros, es el Reino, Él es la presencia de Dios, que puede trabajar en la buena tierra de mi corazón y del tuyo. Es la esencia, es la savia, que le hace falta al mundo actual. Lo externo y superficial se fuga, la presencia de Dios perdura y hace perdurar.
Desde este aspecto interior, discreto y silencioso del Reino, escribe Orígenes: “Quien pide en la oración la llegada del Reino de Dios, ora sin duda por el Reino de Dios que lleva en sí mismo y ora para que ese Reino dé frutos y llegue a su plenitud”. El Reino de Dios, en definitiva, es presencia viva que hace vivir.
Venga a nosotros tu Reino.

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