¡Zaz Culebra!
Por Velia María Hontoria Álvarez
Cuando un país pierde la condición tripartita de su sistema de gobierno y todo el poder se concentra en una sola entidad, se acaba la democracia y comienza un tipo de régimen llamado totalitarismo. En este escenario, el «Estado» ejerce un poder absoluto y sin divisiones sobre la sociedad, reduciendo la libertad a las decisiones y lineamientos dictados por esa autoridad única. Este tipo de gobiernos trae consigo grandes desventajas, ya que generalmente favorecen a una élite y desconocen los derechos de aquellos que no coinciden o se oponen a sus decisiones. Las voces disidentes son aplastadas, silenciadas y reducidas a la irrelevancia, mientras sus acciones son deslegitimadas bajo la falsa premisa de beneficiar a mayorías desprotegidas.
Un ejemplo claro de esta dinámica lo encontramos en el reciente madruguete a las leyes del Infonavit, donde un dictamen revela la imperiosa necedad del gobierno de apropiarse de lo que no le pertenece y de administrar lo que no le corresponde. El ahorro acumulado durante años por parte de patrones y trabajadores queda en peligro de ser utilizado de manera indebida, facilitando la malversación tanto de la propiedad como de los recursos destinados a la construcción de viviendas. Este atropello no solo muestra una falta de respeto hacia los derechos de los ciudadanos, sino que también amenaza con desestabilizar un sistema que debería garantizar seguridad y justicia. Sacar de la jugada a los notarios para la escrituración y cancelación de las propiedades puede prestarse a un sinfín de trastupijes, como puede ser cancelar hipotecas a compadres morosos o que no han liquidado.
A esto se suma el exorbitante costo de la importación de médicos cubanos, justificado bajo el pretexto de que los médicos mexicanos no desean trabajar en comunidades marginadas. Sin embargo, el fondo destinado a estos profesionales extranjeros supera los 64 millones de pesos (según datos de The Lancet), un gasto que podría haberse utilizado para fortalecer la infraestructura y condiciones laborales de nuestros propios médicos, derecho que guarda la Constitución. Este tipo de decisiones evidencia una falta de transparencia y de compromiso con el desarrollo nacional, favoreciendo soluciones superficiales que benefician intereses externos en lugar de invertir en soluciones estructurales y sostenibles; parece que la corrupción sigue reptando y estrangulando a la ciudadanía como lo ha hecho quizá desde el origen de la República. Me desencanta escuchar ese “se amuelan hoy somos mayoría” ¿será venganza? o ¿revancha?
Estos ejemplos son un reflejo de cómo un gobierno que concentra todo el poder tiende a actuar en función de sus propios intereses, ignorando las necesidades y derechos de los ciudadanos. Si permitimos que estas prácticas continúen, no solo se erosionará la democracia, sino que también se consolidará un sistema autoritario que perpetúa la desigualdad y el abuso de poder. La sociedad no debe quedarse callada ante estos atropellos. Es necesario exigir rendición de cuentas, transparencia y el respeto irrestricto a los derechos de todos los ciudadanos.
La democracia no es un lujo ni una concesión, es un derecho fundamental que debemos proteger con firmeza y determinación. Dejemos claro que ni las voces disidentes ni los derechos adquiridos están a la venta, ni mucho menos sujetos al capricho de unos cuantos aunque hoy sean minoría . La libertad y la justicia son conquistas que debemos defender cada día, porque el silencio es cómplice del autoritarismo o ¿usted qué opina?…