
//MENSAJE DOMINICAL:// Palabras de vida
*III domingo del tiempo ordinario
Pbro. Carlos Sandoval Rangel
Va tomando ritmo el tiempo ordinario y hoy, en especial, se nos invita a valorar la riqueza que encierra la Palabra de Dios para nuestra vida y, en general, para la vida de la Iglesia. En concreto, hoy celebramos “el domingo de la Palabra de Dios”. Es la manera como la Iglesia nos exhorta a estar atentos a Jesús, Palabra de vida eterna. Durante este año, podemos seguirlo, para ser testigos de cómo Él puede estar y encarnarse en la realidad del día a día, de modo que siempre se pueda decir: “hoy mismo se ha cumplido su palabra”. Pero, igual, sigámoslo con el fin de ayudarle a encarnarse, a volverse palpable en cada realidad que el mundo vive.
Las lecturas de este domingo nos dan matices particulares del valor infinito que tiene la Palabra de Dios al generar vida y vida verdadera.
En la primera lectura escuchamos que “Esdras, el sacerdote, trajo el libro de la ley ante la asamblea… les leyó desde el amanecer hasta el mediodía, en la plaza que está frente a la puerta del agua… todo el pueblo estaba atento a la lectura del libro de la ley”. El pueblo lloraba al escuchar (Neh 8, 2-4.5-6.8-10). Así, Nehemías nos narra la emotividad de este pueblo después del regreso del destierro en Babilonia. La gente está llena de alegría por el regreso, pero, sobre todo, por la dicha de volver a escuchar la Palabra de Dios. Pero esa alegría, al mismo tiempo, se mezcla con la tristeza al reconocer que su antigua indiferencia y descuido en la práctica de la ley de Dios les llevó al destierro.
San Lucas, por su parte, nos presenta el inicio del ministerio de Jesús en la sinagoga de Nazaret. Ahí, tomó el volumen del profeta Isaías y leyó: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar a los pobres la buena nueva, para anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor” (Lc. 4, 18-21).
El Señor Jesús concluye diciendo: “Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la escritura que acaban de oír”. Estas palabras, obvio, no podemos verlas como una narración de algo que sucedió, que llegó a un término, sino como una realidad viva y dinámica. Jesús ya está y da vida a todo lo anunciado por los profetas. Hace vivo el proyecto de Dios.
La narración del evangelio no es sólo para enterarnos del inicio de un ministerio, de una tarea, sino para que todos adviertan que Jesús está. Dios ya está. Mientras en los otros evangelios sinópticos se abre, de inmediato, con la predicación del Reino, aquí el centro es la persona de Jesús. Él es el mensaje. De esa manera, el evangelio nos deja ver que la fuerza y la realidad del Reino es Cristo presente entre nosotros. El Reino no es una meta futura, sino la verdad y la novedad que Cristo genera con su presencia. No anuncia una palabra, no comparte unas promesas para el futuro; Él es la Palabra que da vida, Él es el cumplimiento, por eso su obra está marcada por hechos salvíficos (cfr. DV 2).
Camus, en su obra la Peste, se queja, pues dice que el gran reproche de los incrédulos modernos es “el silencio de Dios”. Dice que el orden del mundo está regulado por la muerte, casi como si Dios lo prefiriera así.
No olvidemos, como dice la carta a los hebreos, Dios habló en el pasado por los profetas y hoy nos habla por su Hijo (1,1). Nos sigue hablando por su Hijo y se nos muestra también en las maravillas de su creación, en los signos de los tiempos, en los acontecimientos, etc,. Pero Dios también espera respuestas.
Lo que para unos es silencio de Dios, en el fondo, es más bien el silencio, la indiferencia, la soberbia y, en muchos casos, la maldad humana.
La irresponsabilidad y la ineptitud de unos, la maldad de otros, así como la frialdad de muchísimos, han provocado en nuestros tiempos el desorden ético – social que impera y nos lleva continuamente a situaciones humanas lamentables. Pero ésta no es la cultura del Evangelio.
Si la Palabra viva de Dios llegara a todo corazón y, si venciendo la soberbia, llegara especialmente al de aquellos que tienen responsabilidades decisivas en la sociedad, la humanidad se iría regenerando a pasos agigantados y rápido quedaría atrás tanta desgracia.
Tú tienes, Señor, palabras de vida eterna