
La magia transformadora de FuckUpNights
Por Eduardo Knapp y Velia María Hontoria Álvarez
En una época hambrienta de likes, filtros y éxitos instantáneos, resulta casi provocador —por no decir revolucionario— sentarse a escuchar historias de fracaso. Pero eso es precisamente lo que propone Fuck Up Nights (FUN): darle un lugar al error, al tropiezo, a la caída. No para regodearse en la pena, sino para volverla maestra; para arrancarle al dolor su lección y convertirlo en voz.
Creado en 2012 por un grupo de emprendedores en la Ciudad de México, Fuck Up Nights nació como un acto de sinceridad entre amigos. Y gracias a la visión y constancia del maestro Eduardo Knapp, este movimiento echó raíces también en nuestro estado, convirtiéndose en un espacio imprescindible para la comunidad emprendedora: un escenario para compartir lo que no salió bien, sin adornos ni excusas. Lo que comenzó como una plática entre cervezas se convirtió en un fenómeno global que hoy abarca más de 90 países y 300 ciudades, con una convicción poderosa: los fracasos también se cuentan.
¿Y por qué contarlos?
Porque esconderlos nos ha hecho daño. Porque nos vendieron el éxito como una línea recta. Porque nos enseñaron a maquillar el error, como si no fuera parte del trayecto.
En cada sesión de Fuck Up Nights, tres o cuatro valientes —emprendedores, creativos, incluso funcionarios públicos— se suben al escenario y, en apenas siete minutos, comparten con honestidad una historia profesional que no salió bien. Sin máscaras. Sin frases vacías. Solo verdad. A veces con humor, otras con lágrimas, siempre con dignidad. Y algo mágico ocurre: la audiencia no solo escucha; se reconoce, se conmueve, se sacude.
He tenido el privilegio de formar parte de estas noches —como público y como ponente— y puedo decir, sin duda, que ahí se respira algo distinto. Nadie finge. Nadie compite. Nadie juzga. Se trata, simplemente, de compartir lo que dolió… y lo que dejó.
En ciudades como Celaya, FUN se ha consolidado como un punto de encuentro para quienes se atreven a emprender sin manual ni red. Con más de 40 sesiones en una década, el evento ha entretejido generaciones, sectores y trayectorias en conversaciones que rara vez se dan en público. Aquí, el fracaso no es una vergüenza: es una semilla.
Gracias, Eduardo Knapp, por fundar este movimiento, y por invitarme a sumar mi voz en estas noches tan humanas, tan valientes y tan necesarias. Gracias Martin por el seguimiento, gracias Ceci por el impulso. Su visión ha abierto espacios donde no solo se habla de errores, sino que se honra el acto de volver a empezar.
Y es que hay algo profundamente liberador en decir: “Esto me pasó, y sobreviví.”
Me gusta pensarme como una bibliotecaria de errores. Los tengo clasificados, subrayados, algunos hasta con post-it emocional. Y son ellos —no los aplausos ni los aciertos— los que me han enseñado a alcanzar metas, a mirar el horizonte desde la copa de los árboles.
En estos tiempos de aceleración e incertidumbre, FUN nos recuerda que ser vulnerables no nos resta fuerza: nos conecta. Nos enseña que detrás de cada caída hay una historia que merece contarse. Y que los errores —lejos de ser un punto final— pueden ser el mejor prólogo de lo que viene.
Porque todos, sin excepción, cargamos un tropiezo en el alma.
Y contarlo no solo aligera: transforma.
¿Te animas a contar el tuyo? Yo estaré aquí, escuchando.