Una librería de verdadera ocasión, “El Libro Dorado”
*Subsisten a pesar de las circunstancias de la pandemia, crisis económica y falta de apoyos, pues ya no ven la función social que realizan: Ruiz Colunga
POR AGP
Las librerías y los libreros son una especie extraña en el planeta, para la gran mayoría de sus habitantes. En México, como en otros países subdesarrollados, apenas el 16% de los municipios tienen una o más librerías; pero ahora, también han ido desapareciendo. El internet ha ayudado a acercar la lectura y los libros, pero a una escala más reducida. Hace años había apoyos para los libreros, se les trataba con deferencia y les daban permisos para instalarse en lugares públicos, organizar ferias y muestras, hoy se les trata como a cualquier vendedor de discos piratas.
Pese a todos los inconvenientes y obstáculos, don José Juan Ruiz Colunga, propietario de la Librería de ocasión “El Libro Dorado”, vive feliz, satisfecho y se ve realizado, porque siente que está haciendo algo bueno por su país. Su encuentro con el negocio de los libros fue casual; sabe que no va a ser rico, pero lo motiva su familia y la inquietud de querer hacer algo por los demás, a través de hablarles de algún libro, de recomendarles otro o de escuchar las sugerencias que los clientes hacen.
Muchos libreros viven al día y mueren al día: algunos recorren el país gastando más de lo que ganan, pero no abandonan el oficio, porque siempre tienen fe, porque esperan, que si hoy no vendieron, mañana sí. Reciben libros a consignación de las editoriales, los van pagando conforme se van vendiendo, pero al final los tienen que pagar. Algunos terminan “enlibrados”.
Ser librero, no sólo es un oficio que da satisfacción personal, es una vocación que los lleva a cumplir con una función social, cultural, intelectual y educativa, en un país donde apenas el 16% de los municipios, según el INEGI, tiene una o más librerías, no de libros de texto que los venden hasta en las papelerías, sino de libros de lectura general, de literatura, de historia, de autoayuda, de todos los temas.
“Yo soy librero porque es una parte importante de mi vida, hago lo que me gusta y cuento con el apoyo de la familia”, dijo con orgullo.
UN ENCUENTRO CASUAL QUE DEFINIÓ SU VIDA
Don José Juan se dedicaba a la venta ropa, cuando tenía unos 20 años, por eso iba con frecuencia a la Ciudad de México; regularmente pasaba frente a la librería del Templo Mayor, que estaba en la calle de Fray Servando Teresa de Mier, entraba, veía algunos libros y se retiraba.
La frecuencia de sus visitas llamó la atención del encargado, quien al saber que iba de Celaya o de provincia, le propuso poner una librería en esta ciudad. Lo tomó a broma, pero luego le explicó de qué se trataba.
En ese tiempo -1990- había apoyos del gobierno federal para abrir librerías en todo el país; el programa se conoció como “Red Nacional de Librerías”, donde vendían los libros editados por la Secretaría de Educación Pública (SEP), el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y otras dependencias del gobierno.
Fue la primera experiencia de Ruiz Colunga; no muy grata, porque quebró, pues aunque les daban los libros a consignación, al final los tenían que pagar. Esta librería estuvo ubicada en Manuel Doblado 630, en Celaya, de finales de 1990 a 1994.
ABRE LA LIBRERÍA DE OCASIÓN “EL LIBRO DORADO”
La librería de ocasión “El Libro Dorado”, de viejo o de lance, como también se les conoce, abrió sus puertas el 20 de enero de 1998, casi cuatro años después de haber cerrado la de “Red Nacional de Librerías”, cambiando de domicilio a Manuel Doblado 116, frente al entonces “Cine Dorado”, por eso adoptó ese nombre, al ser un lugar de referencia para los celayenses, en ese tiempo.
Surge como una librería de compraventa de libros usados: rescata libros que la gente ya no quiere, porque ya no le sirven, porque el dueño se murió o porque ya los leyó y los cambia por otros; también venden libros nuevos descatalogados, pasados de su época de mayor demanda.
El Libro Dorado es un lugar donde se encuentran libros de lectura general, principalmente de literatura de todas las épocas, de autoayuda, de religión, libros de texto usados, libros de apoyo en la educación, de manualidades, de tecnología y de temas no muy conocidos por la mayoría de las personas.
Con poco más de 22 años en este lugar, aun sin letrero en la fachada, “El Libro Dorado” es un referente en la ciudad; se mantiene aún en las actuales circunstancias del país, por la pandemia y la crisis económica, gracias a la publicidad de boca en boca y a su presencia en Google, donde se le puede ubicar con sólo poner en el buscador “librerías en Celaya”.
LAS LIBRERÍAS Y LOS LIBREROS EN MÉXICO
Para ser librero no se requieren conocimientos especializados -dicen Ruiz Alarcón-, sólo se necesita constancia y curiosidad; leer, por lo menos, la sinopsis de los libros, así como editoriales y artículos de los periódicos, porque ahí comentan sobre los libros, ahí te cuentan la historia de los libros y de sus autores. La constancia es indispensable, porque hay que abrir el negocio “llueva o truene”.
Sobre la compraventa de libros usados -comenta don José Juan-, es un negocio que tuvo su origen en México, a fines del Siglo XIX y a principios del Siglo XX, con los hermanos Porrúa, ahí en la calle de Donceles. En ese tiempo los libros venían de España y eran pocos ejemplares; ellos los compraban a sus primeros dueños y los volvían a vender; compraban también los libros de las personas que fallecían y que ya no tenían ningún interés para sus familiares.
De esta forma hicieron que los libros pasaran de mano en mano, hasta que vieron la conveniencia de imprimir aquí las grandes obras clásicas de la literatura universal, aunque no tuvieran las ilustraciones de los libros que venían de Europa. Eso dio origen al nacimiento de las librerías, porque también se abrieron otras editoriales y empezaron a apoyar a escritores nacionales. En las imprentas también se editaron algunos libros, pero éstos eran más de temas religiosos.
CIERRAN LIBRERÍAS EN MÉXICO Y EN TODAS PARTES
En Celaya, como en México y en todas partes, están cerrando librerías por la situación que estamos viviendo: “vivimos tiempos cambiantes y no sabemos qué va a resultar de todo esto. Sobre todo, este tipo de librerías, que sólo venden libros de lectura; porque las llamadas librerías “texteras”, que venden libros de texto, tienen su época y saben que en ese tiempo tienen su ingreso seguro, que les permite mantenerse, además tienen las novedades, los libros nuevos que van publicando las editoriales.
En las librerías de ocasión, de viejo o de lance, tienen otra dinámica, aquí hoy encuentras un libro, que puede ser el único, lo vendes y no pueden mandar a pedir otros, pasan meses o un año después te llega otro. Esto hace más difícil la permanencia.
Entre las librerías más conocidas que han cerrado en Celaya, en los últimos años, están: la Cristal, la Palmer y Polilibros de Quintana Roo; pero esto más que culpar al internet o al libro digital, se debe a que no alcanzan a modernizarse y tienen gastos fuertes en rentas o mantenimiento de edificios.
Tampoco hay apoyos de los gobiernos, como antes; hoy las librerías pagan impuestos como cualquier negocio. Para las ferias o muestras de libros en plazas públicas hay que pagar; no toman en cuenta la labor social que la actividad representa. “Ahora vender libros es como vender chiles o discos piratas, lo tratan todo igual; no hay una diferencia ni deferencia. Esto es algo más social”, dijo Ruiz Colunga.
Lo digital es un enriquecimiento de la cultura, es un medio más, ayuda más a promover la venta de libros, porque ahí se dan cuenta de que existe un libro de tal tema, con tales características.
También se compran libros, porque los humanos somos como afectos a guardar cosas materiales, una de esas cosas son los libros. Hay coleccionistas, fans de algún autor, que quieren tener en su biblioteca los libros de ese personaje.
Esto hace que las librerías subsistan, además de que hay buenos lectores y padres que se preocupan porque sus hijos también lo sean. Los libreros, por su parte, deben estar comprometidos a ir formando nuevos lectores. Aquí en Celaya se hizo el intento de hacer las ferias del libro, pero la pandemia ya no lo permitió.