FUERZA CIUDADANA

FUERZA CIUDADANA


Por G. C. Samayoa Madrigal

Las campañas electorales no deben ser sólo monólogos de los candidatos, algunos festivos, otros triunfalistas, sin faltar las verdades a medias, las fantasías, las promesas desbordantes, los compromisos alucinantes, ni los ridículos, las incongruencias y las imprecisiones.

Nada nuevo… «la vida sigue igual», interpreta Julio Iglesias».

Los candidatos anuncian sus visitas a las comunidades, las organizaciones, los sectores, los hogares, los negocios, los mercados y allá donde los lleve «la logística», para escuchar —dicen— al pueblo… Qué quiere, qué necesita… Algo así como el cuestionamiento musical de Chava Flores: «a qué le tiras cuando sueñas mexicano»…

A la hora del encuentro con los sufragantes, por encima de sus anhelos, sobresale la voz del «abanderado» con frases muy hechas y harto conocidas por tan reiteradas: conozco tus problemas, sufro contigo, sé gobernar, soy la solución, mis puertas estarán abiertas, te escucho y te escucharé, diálogo permanente, justicia, equidad, igualdad, honestidad, transparencia, gobernar al lado del ciudadano… Obras, obras, obras.

Palabras que se diluyen y desaparecen después del triunfo y al asumir la función pública otorgada por el voto popular. Ni diálogo permanente, ni puertas abiertas, ni equidad, ni igualdad, ni participación ciudadana… Sólo caprichos, pago de facturas —políticas, económicas, fraternales, otras—, sometimiento partidario, futurismo… Ah, y si alcanza, obras… ¿La gente?, sólo para hacer el «caldo gordo» en los eventos populares, sociales, políticos que «vistan» al que fue beneficiado por el voto secreto.

Son amargas las experiencias entre lo que se escucha en las campañas electorales y lo que se vive —lo que padece el pueblo— en las administraciones y legislaturas renovadas mediante el voto popular. Quedan para el recuerdo las buenas intenciones, el diálogo, las puertas abiertas… El pueblo una y otra vez es sometido, por nuevas autoridades, por renovados representantes… Se cancela el qué quieres y prevalece el recibe lo que se te da.

De ahí la permanente irritación social.

Por ello urge el cambio de actitud ciudadana al rescate de la fuerza que le otorga la propia Constitución, y qué mejor que empezar en el período de promoción previo a la jornada electoral.

Desechar el monólogo del candidato y exigirle su atención a la voz de la comunidad, empezando por valorar su conocimiento y comprensión a los mandatos constitucionales, en conceptos básicos como la soberanía del pueblo, el principio que limita al servidor público sólo a lo que la ley le permite, la vigilancia ciudadana, el respeto a la Carta Magna y leyes que de ella emanan, la función pública al servicio del pueblo, entre otros. Si el candidato no conoce o no entiende la Constitución, no merece el voto.

Es preciso que el candidato escuche de viva voz del pueblo sus verdaderas necesidades, los problemas que le abruman, los anhelos y los sueños que le alientan, la legítima ambición a un nivel de vida confortable… Revelarle lo que la gente piensa y experimenta en los renglones de educación —mediocre—, salud —deficiente—, economía —desempleo—, tejido social —conflictos familiares y sociales—, seguridad —delincuencia común y organizada, violencia, muerte, robo, violación, extorsión—, entre los más agudos.

Decirle claramente al candidato lo que se necesita y se espera de él si es que el voto lo convierte en servidor público, tanto para atender la administración pública como cumplir la responsabilidad legislativa.

Puntualizarle al candidato que si triunfa es porque el pueblo le está otorgando la confianza y que su deuda no es con el o los partidos que le abanderan, sino con la gente que votó para que la represente, para que vele por sus intereses y cuyas necesidades privilegie por encima de compromisos partidarios, grupales, gremiales o de cualquier índole ajena al pueblo y a la Nación.

Debe observarse que aquellos candidatos que van por la reelección son los que se han distinguido por someterse a los designios de sus partidos, que viene siendo algo así como un premio por pasar por encima de los intereses del pueblo. Es claro su compromiso: primero su partido y luego su partido… ¿La gente?… sólo cuando se le necesite

Sí debe pactarse un compromiso con el candidato: garantizar la participación ciudadana como vigilante de la administración pública y coadyuvante en la toma de decisiones, así como voz preponderante en el análisis, aprobación o rechazo de las iniciativas que atienden los congresos locales y el federal… Para los diputados la consulta es con el pueblo, pues las leyes se hacen para servir al pueblo.

En resumen, en la campaña electoral, exhibir la fuerza ciudadana, y en la función pública, consolidarla.

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