DESMIENTE AL PRESIDENTE

DESMIENTE AL PRESIDENTE

G. C. Samayoa Madrigal


¡Imagínense!

El secretario de Marina de plano desmiente al presidente, asegurando que México carece de servidores públicos honestos, de ahí la alta corrupción que padece la nación… Lo dijo en la mañanera y en presencia del líder moral de la cuarta transformación.

Esta declaración fulmina el orgullo del inquilino de Palacio Nacional que en repetidas ocasiones —cursi y ridículamente— ha presumido el fin de la corrupción y a manera de celebración lleva la mano al bolsillo del pantalón, extrae el pañuelo blanco y lo agita acompañado de sonrisa sarcástica.

Una mentira más, como es costumbre en el gobierno de la muy cuestionada cuarta transformación, pues lejos de transformar, es la continuación de un sistema político agotado, desprestigiado, rechazado por el pueblo agobiado y desesperanzado.

Fue en Veracruz en donde el almirante José Rafael Ojeda Durán denunció: “Y déjenme decirlo, porque es algo muy cierto, México carece de servidores públicos honestos, por eso tenemos este problema de una alta corrupción”. Sucedió en el marco del engendro mañanero del 26 de julio de 2021, encabezado por Andrés López.

Los hechos refrendan la declaración del almirante. Baste un breve recorrido.

No puede haber honestidad en los servidores públicos que no obstante haber jurado cumplir la Constitución y las leyes, se mantienen desafiantes actuando al margen y por encima de cualquier regulación… Incluso poner en duda el espíritu justiciero de las leyes, limitando el concepto justicia sólo a su criterio.

Desde luego que no es honesto el servidor público que, para aplicar la ley, requiere del consenso del pueblo.

No es honesto el servidor público que privilegia la adjudicación directa de obras, servicios y adquisiciones, cuando la obligación mayor es la licitación pública en sus diferentes modalidades.

No hay honestidad en los servidores públicos capaces de distraer las responsabilidades propias para usurpar funciones públicas que a otros corresponde. De ninguna manera es atenuante sostener que «cumplo las órdenes del jefe».

Qué honestidad puede acreditar el servidor público que, al fracasar en sus intenciones manipuladoras, prefiere desprestigiar a importantes sectores del pueblo: clase media, empresarios, profesionista, intelectuales, científicos, mujeres agraviadas, padres de familia y más.

No puede ser honesto el servidor público que juega con la salud del pueblo tan sólo por complacer al líder.

Carece de honestidad el servidor público que acepta el encargo presidencial aunque no tenga los conocimientos y menos la experiencia en la materia, los que llegan a aprender o sólo someterse a la voluntad del jefe.

Raya en la deshonestidad el servidor público que insiste en mentir y engañar al pueblo.

Es una lista larga que no se oculta y a veces hasta se festeja, se presume, pero que deriva en diversos y diferentes actos de corrupción.

El almirante Ojeda, desde luego, hizo el deslinde correspondiente al decir que las Fuerzas Armadas no pueden darse el lujo de tener malos elementos, por lo que si un marino o soldado realiza alguna falta es castigado.

“Ambas instituciones, la Secretaría de la Defensa Nacional, la Marina, a través de nuestras escuelas, la Heroica Escuela Naval, el Heroico Colegio Militar, creamos hombres y mujeres con valores, con principios, personal que tiene una ética profesional que sabe que debe de tener un rumbo, un camino por la conducta que les van a producir a ellos una vida profesional plena, no meterse en problemas. Tenemos, sí jóvenes que salen y que toman otro rumbo, pero son castigados».

Mensaje del secretario de Marina que bien pudiera ser un llamado de atención a la 4t, quizá una advertencia al líder moral y, por qué no, una alerta a la conciencia ciudadana. ¿Será aviso de que las fuerzas armadas tienen capacidad de gobernar? o sólo simple deslinde para demostrar que civiles y militares “no somos iguales”.

Evidentemente no es producto de un exabrupto, por lo que queda claro que México está atrapado por la deshonestidad y la corrupción.

¡Imagínense!

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