Acercamiento a la lectura del libro La ruta de Hidalgo
*7 reglas para gobernar y transformar de Ricardo Sheffield
Por Juan Miguel Ramírez Sánchez,
exdirector de la Facultad de Ciencias Administrativas y exRector del campus Celaya-Salvatierra de la Universidad de Guanajuato
El libro La ruta de Hidalgo, 7 reglas para gobernar y transformar del político mexicano, y actualmente Procurador Federal del Consumidor Ricardo Sheffield, está contenido en 7 capítulos y prologado por la aspirante a la presidencia de la República Claudia Sheinbaum quien afirma: “Que la lectura de la ruta de Hidalgo, que nos proporciona Sheffield, sea un aliciente para involucrarnos, con convicción, con pasión, en los grandes desafíos que significa la ruta de la cuarta transformación”.
En la introducción de La ruta de Hidalgo se dejan ver los motivos que llevan a realizar este libro. En el capítulo I. Las bases políticas, Ricardo Sheffield nos da la primera fuente para que Hidalgo y los demás criollos no confíen en el gobierno monárquico, ya que el rey Carlos III había dado la orden de expulsar a los jesuitas el 25 de junio de 1767, cuando Hidalgo a los 14 años estudiaba en Valladolid, en el Colegio de la Compañía de Jesús, y el virrey de Croix mostrando la política Borbónica decía “…nacieron para callar y obedecer y no para discurrir, ni opinar…”.
En La igualdad. De forma amena en este tema Ricardo Sheffield, nos platica el nacimiento, la situación social, juventud y la decisión del cura Hidalgo de ir a un curato con los indígenas otomíes, “y, conforme avanzamos más en el relato de la infancia y primera juventud de Hidalgo, no hacemos sino comprobar esa precoz inclinación hacia la defensa de los desfavorecidos”.
En la Libertad el autor Sheffield nos enseña que no se debe de mirar a Hidalgo despojándolo de la piel de hombre, poniéndole corazas de acero, sino presentarlo de carne y hueso, escribe: “Hidalgo amaba tanto los libros como el vino, tanto las lecturas largas y profundas como los juegos de cartas que duraban toda la noche, … la música litúrgica y la de concierto…” y en otro párrafo “Para Hidalgo y para la espiritualidad ignaciana, la picaresca personalidad del cura no empañaba las obras evangélicas que había realizado en su carrera eclesiástica”.
En este tema el exdiputado local, nos comparte su posición librepensadora y creyente a la vez, y habla de que “no es sorpresa que en la Compañía de Jesús surgiera la corriente renovadora de la iglesia más importante que hemos visto en siglos: la teología de la liberación…”. Y en otro párrafo se refiere a la encíclica del 2020 del papa Francisco I. “La solidaridad se expresa concretamente en el servicio, […]. Servir significa cuidar a los frágiles de nuestras familias, de nuestra sociedad, de nuestro pueblo”.
Congruencia. En este último tema del capítulo I Ricardo Sheffield precisa la figura del Hidalgo maduro: “fue, ante todo, un tipo pragmático, un hombre de acción. Lo que había estudiado, sus horas frente al escritorio, sus muchas y pesadas lecturas le sirvieron para resolver las encrucijadas de la vida diaria y no para regodearse con el saber por el saber”. También nos cuenta de las varias formas en que Hidalgo se conduce para salir adelante. Por eso el procurador Sheffield afirma: “De hidalgo siempre he admirado esa capacidad para resistir los embates de la vida sin lamentarse de que no haya recursos suficientes, distinguiendo, más bien, los que hay a la mano y usándolos como mejor se pueda”.
De este capítulo I Ricardo Sheffield concluye la primera lección: Los lideres están hechos de un 10% de lecturas, un 10% de ideales y un 80% de trabajo.
En el Capítulo II. Las Crisis, en el enunciado El desastre de la economía nacional, el funcionario público Sheffield, inicia reseñando la influencia francesa (la ilustración y la Revolución Francesa). Continúa relatando el periodo de la monarquía Borbónica “como un proceso autoritario, emanado del centro a la periferia”, el crecimiento poblacional “de 3.3 a 6.1 millones entre 1742 y 1810”, de cómo “entre 1740 y 1803, se triplicarán el oro y la plata extraídos en Nueva España”, del afán de la corona por la guerra, y lo que representaba para la Nueva España “a requerir más y más impuestos y contribuciones”.
En el enciso 2 El desastre de la economía familiar, el exdiputado federal nos narra la bancarrota de los hermanos de Hidalgo, las deudas permanentes en que Hidalgo vivió. Sobre todo, cuando esos créditos se convirtieron en vales reales, por disposición de la corona para allegarse más recursos. El enojo de Hidalgo y de todos los sectores sociales va hacer cobrado en la lucha por nuestra independencia. Por eso escribe Sheffield “Si a Miguel le hubiera tocado en la lotería genética, la fragilidad de Joaquín –y la imposición económica lo hubiera tumbado, como hizo con sus hermanos- no tendríamos conspiración ni Grito de Dolores”.
En el contenido 3 El desastre de las guerras europeas, Sheffield, sintetiza la política emprendida por los monarcas españoles a través de su favorito el ministro Godoy. Precisa como llega el hermano de Bonaparte a ser rey de España y como “la clase criolla ilustrada se preguntó, con justicia, por qué habría de aceptarse el yugo español sí, luego de tantos impuestos y tantos esfuerzos, España no podía ni defenderse ella misma –ya no digamos a sus posesiones americanas-.
De este capítulo II Ricardo Sheffield afina la segunda lección: Donde los demás ven un desastre, un buen líder ve una razón para cambiar las cosas.
En el Capítulo III. Enderezando entuertos y desfaciendo agravios, el exsubsecretario de Estado lo inicia haciendo una comparación de don Quijote de la mancha con el cura don Miguel Hidalgo, considera que “los dos eran, también justicieros sociales –siempre al lado de los pobres, los débiles, y los desvalidos». Y luego, al hablar de los valores de los dos Hidalgos, refrenda su influencia de ellos y declara “me parecía una hipocresía respaldar, con mi afiliación, aun partido que se decía democrático, pero fallaba en cumplir con el más elemental ejercicio democrático: elecciones internas…”.
En el tema 1. Organizador social, el expresidente municipal, destaca la influencia de Don Vasco de Quiroga en Hidalgo como organizador social ya que al organizar “a las personas –para iniciar un negocio, construir una obra pública o tomar las armas e ir a la guerra-, veremos muchos vestigios de Vasco de Quiroga”.
El tema 2 Organización cultural Ricardo Sheffield nos refiere del gusto de Hidalgo por la obra de Moliere y Racine, por lo que Hidalgo se convierte en precursor de escenificar obras de teatro francesas en la parroquia de San Felipe Torresmochas, por lo que afirma: “En franca coincidencia con sus antecesores –los primeros evangelizadores de América- usaba las tablas para educar, pero a diferencia de ellos, no daba lecciones religiosas, sino políticas”.
En 3 la Organización espiritual, Sheffield nos comenta de como el ser humano en momentos claves se va transformando, dice que Hidalgo “paso de ser un pacifista a tomar las armas en nombre de sus ideales. […] pasó de ser un simple simpatizante a tomar las riendas y convertirse en el líder supremo de la insurgencia”. Reitera con ejemplos de su estadía en Colima, San Felipe y Dolores, por lo que expresa que “Hidalgo, el organizador espiritual, fue mucho más terrenal que cualquier clérigo contemporáneo suyo”.
De este capítulo, surge la Lección 3. Un buen líder sabe hacer lo correcto y a veces eso requiere cambiar las reglas.
En el IV capítulo De pastor a conspirador el licenciado en derecho Ricardo Sheffield inicia recordándonos el año de 1808, cuando abdica el rey Carlos IV en Fernando VII y éste en Bonaparte quien deja a su hermano José para dirigir los destinos de España. La situación en América se complica, los criollos y peninsulares tienen que actuar.
Según Sheffield tienen tres elecciones: por las buenas, por las regulares y por las malas. En 1. Por las buenas realiza una síntesis del acontecer político de 1808 hasta los primeros meses de 1810 en España y América, por lo que escribe “la propuesta del cabildo de crear una junta de la Nueva España –con la participación de otros ayuntamientos, los notables indígenas y los representantes de las corporaciones principales del reino-, fue bien recibida nada menos que por el virrey José de Iturrigaray…”. La primera opción es paralizada.
En 2. Por las regulares Sheffield nos expone como un grupo de acaudalados peninsulares haciendo a un lado las leyes, la razón y la justicia, destituyen al virrey y empujan a hidalgo y demás criollos a la insurrección, expresa: “la ausencia del rey en España y el golpe contra el virrey en la Nueva España, los que inspiraron –o ¿forzaron?- en muchos criollos, incluyendo a Hidalgo, la convicción de que los peninsulares no podían ni debían ocuparse del gobierno de América”.
3. Por las malas. En este tópico el maestro en derecho por la Universidad de Harvard, reflexiona sobre la suma de actos que se van entretejiendo a partir de las reformas borbónicas, que tienen que ver con lo económico, político, social, y personal para que Hidalgo tome la decisión de ser parte de una de las muchas conspiraciones que se realizaban en la Nueva España, por lo que nos comenta: “No fue sino hasta julio de 1810 que el cura Hidalgo decidió aceptar la invitación que constantemente le hacia el capitán Ignacio Allende, […] de unirse al levantamiento armado que se fraguaba en Querétaro”.
Semanas separan la llegada de Hidalgo a la conspiración y el inició de la guerra por la independencia, sus compañeros tienen distintas visiones de lo que será la lucha, señala Sheffield que “unos se destacaban por la independencia total de España y otros insistían, de nueva cuenta, en mantenerse dentro del imperio … mientras que otros más se mostraban favorables a Napoleón…”. El objetivo de la lucha es incierto y el liderazgo de la conspiración también, por lo que Sheffield expone su idea de líder: “Un buen líder es, ante todo, el que asume las responsabilidades –por funestas que parezcan-”, y que “nadie está calificado. Hidalgo no sabía liderar ejércitos ni estallar revoluciones…”.
De ahí que la lección 4 sea Un buen líder sabe escuchar, pero no se paraliza: actúa.
Los días antes de lo que se llama el grito de Dolores son repasados con análisis preciso, en el capítulo V. La conspiración descubierta. En el tema 1. Planear en frio, el Doctor en Derecho, nos comenta como Hidalgo no presentaba miedo de perder la vida, “no se arredró ni antes, durante, ni después del levantamiento: planeó en frío y supo asumir el peor de los escenarios”, y eso que “apenas quince días antes se negaba a cumplir un papel de liderazgo en el movimiento empuño las riendas de la conjura, desplazó del mando a los militares, suplanto como instigador principal a Allende y echó a andar la revuelta independista”.
El punto 2. Actuar en caliente se sintetiza lo que acontece el día 15 y la madrugada del 16 de septiembre, y como lo menciona Sheffield “el cura Hidalgo entendía el valor de planear con la cabeza fría y no precipitarse, también entendía que la imaginación es el cementerio de las grandes hazañas: había que actuar en caliente; mas valía una pálida revuelta que una brillante fantasía”. El mismo domingo 16, la rebelión llega a San Miguel Allende, donde “se incorporaron a las huestes de Hidalgo el regimiento de la reina por completo…”.
En el tema 3. Muchedumbre insurgente, se ve como los anhelos, la humillación acumulada, la rabia contenida hacen que día a día se incorporen luchadores por la independencia, por eso afirma Sheffield que “…el enjambre insurgente de decenas de miles de personas resultaba una visión casi apocalíptica y un despropósito militar –por no decir una pesadilla logística-”, más en otro momento asegura que “Hidalgo no dejo pasar mucho tiempo antes de organizar el desorden… redactó la primera proclama del movimiento: …”.
En otro fragmento leemos cuando Hidalgo y Allende con su estado mayor, el regimiento de la reina, los rancheros, los indígenas, mujeres y niños entran triunfantes a Celaya, Sheffield subraya que ahí fueron “elevados por el pueblo a los máximos rangos militares: Hidalgo, capitán general y protector de la nación; Allende, teniente general; Aldama, mariscal”.
Aun así, en la práctica no había un ejército, los dos generales tenían opiniones diferentes como lo menciona Sheffield “Los saqueos, desmanes, vejaciones, violaciones y asesinatos horrorizaban a Allende, celoso de la disciplina militar. Hidalgo sin aprobarlos, decidió tolerarlos”, si “Hidalgo había sabido planear en frio, actuar en caliente e improvisar, pero olvido que toda empresa –política, militar, económica- podía irse al traste sin una mano firme que la guiara, sin una dirección”.
La lección 5 es Las cuatro virtudes de un buen líder son saber planear, saber actuar, saber improvisar y saber dirigir”.
En el capítulo VI. La campaña, el exdiputado, en el titulo 1 Revolución desatada inicia con hablarnos de la amistad de Hidalgo con el intendente Riaño y con el obispo Abad y Queipo, amistad que se expresa en las dos cartas que Hidalgo le envía a su amigo Riaño antes de iniciar la toma de la alhóndiga de granaditas. Lo cierto es, como afirma Sheffield: “Inamovibles ambos ilustres personajes, vueltos enemigos por las circunstancias y ya radicalizados –uno con inclinación hacia el bando criollo y el otro con inclinación hacia el bando español-, supieron que no había de otra: matar o morir”.
La batalla por la ciudad de Guanajuato, es por adueñarse de la alhóndiga de granaditas, que estuvo marcada por una violencia extrema (asesinatos y atropellos a españoles que se habían refugiado ahí). Sheffield escribe: “durante éste y los días siguientes, los robos y saqueos, violaciones y asesinatos, destrozos e incendios que se dieron por toda la ciudad y que han empañado la reputación de Hidalgo… los cometió, en su mayoría, el pueblo guanajuatense, más que las huestes que venían desde Dolores o que se habían sumado a la marcha”. Hay que recordar que en la alhóndiga no estaba el pueblo, solo los españoles peninsulares y criollos.
En 2. la Revolución contenida Sheffield nos puntualiza de las habilidades políticas de Hidalgo, que al demostrarlas no es con un afán de poder sino por un ideal de justicia social, con lo que Hidalgo “siguió nombrando comisionados para extender la lucha por todo el territorio novohispano –y más allá-”, y tomando decisiones, muchas veces, sin el consenso de su estado mayor.
Las condenas a Hidalgo y su excomunión no se hicieron esperar, Hidalgo respondió decretando una declaración de independencia, la abolición de la esclavitud, la supresión de los tributos pagados por los indígenas a la Corona, la restitución de las tierras usurpadas por las haciendas, el disfrute en exclusiva de las tierras comunales y el decreto que amenazaba con la confiscación de los bienes de los europeos.
En ese contexto gano, con su Cuerpo de mando y sus inexpertas tropas mal armadas, batallas que los pusieron en la entrada de la ciudad de México, pero, como lo señala Sheffield “Nadie se explica por qué Hidalgo decidió –y los historiadores han debatido este punto hasta el hartazgo-, pero el hecho es que, ya acampando el ejército en Cuajimalpa, a las afueras de la ciudad de México, Hidalgo, contraviniendo nuevamente a Allende, decidió no proseguir”.
En el tema 3 Revolución derrotada, vemos como la primera revuelta popular de América española, con la retirada de las tropas de Hidalgo de la ciudad de México y ordenar regresar hacia el noroeste, marco el principio del fin. Las tropas de Hidalgo fueron derrotadas en Aculco y sobretodo en la batalla de Puente de Calderón.
El político Ricardo Sheffield, sobre el Puente de Calderón, hace una sentencia “Sería una tontería echarle la culpa de la derrota insurgente a una mala chispa que le prendió fuego al pasto: Hidalgo llevaba semanas de tomar malas decisiones, de desoír a los suyos y montarse en su macho. Por mucho que admire a don Miguel, no puedo sino admitir que el camino a su trágico destino lo pavimentó el mismo…”.
La lección 6 será: Los mejores lideres no son autocráticos: tienen equipos, los escuchan y los vuelven poderosos.
En el Capítulo VII A juicio, como una introducción se expone cuando Hidalgo es depuesto del mando, por sus compañeros de lucha, y continúan, con la intención de recuperarse y llegar a Estados Unidos, para buscar apoyos a su causa, pero fueron traicionados y capturados en las norias de Acatita de Bajan, llevado a Chihuahua, al antiguo Colegio de la Compañía de Jesús.
El Procurador Federal del Consumidor Ricardo Sheffield, en 1 Juicio de la ley nos comenta como los funcionarios de la corona ocuparon “horas y horas de interrogatorios terriblemente largos y severos que tenían como fin no tanto llegar a la verdad, sino forzar al insurgente a que aceptara, por puro hartazgo y cansancio, los crímenes que sus jueces le habían imputado desde un principio”. A pesar de la ilegitimidad de las autoridades –dependían del rey, que en esos momentos usurpaba José Bonaparte- fue condenado por las autoridades civiles como reo de alta traición a muerte y confiscación de sus bienes. La decisión política se imponía.
El militante Ricardo Sheffield en 2 Juicio de la iglesia nos explica como Hidalgo se defendió de la inquisición, de la excomunión de Abad y Queipo, y aunque el poder civil no podía enjuiciar primero a Hidalgo, el “comisionado del obispado de Durango, el canónigo Francisco Fernández Valentín, avalo los testimonios de Hidalgo del 7 al 9 de junio sin haber estado presente, no atestiguo los subsecuentes y pasó por alto otra irregularidad patente: el hecho de que el auditor del proceso, Rafael Bracho, pasó sentencia al ‘recitado Hidalgo [que] es reo de alta traición, mandante de alevosos homicidios, y debe morir por ello’ antes de que interviniera la autoridad eclesiástica y se celebrara un juicio canónico”.
Lo innegable es que Hidalgo fue degradado de su carácter sacerdotal y regresado a las autoridades militares las cuales el 30 de julio lo fusilaron. Las cabezas de Miguel Hidalgo, Ignacio Allende, Juan Aldama y Mariano Jiménez se exhibieron, por años, en jaulas en la alhóndiga de Granaditas.
En el 3 Juicio de la historia, el Doctor Ricardo Sheffield inicia este tema con una aseveración: “Fue padre de la patria, sobre todo, porque fue padre de los nombramientos que continuaron durante una década la insurgencia que él apenas pudo atender una docena de meses”. Los inicios de la primera transformación de México, continuaban tras la muerte de Hidalgo y los caudillos pioneros de la revolución de independencia, su causa se había dispersado por todo el país; es más como lo comenta Sheffield “De ahí también que los insurgentes sobrevivientes fueran el núcleo de la oposición republicana a Iturbide y, a la larga, los precursores del partido liberal que rechazaría los vestigios del orden económico, social y político del régimen virreinal…”.
En otro momento Sheffield nos reseña los contratiempos que pasaron para que la figura de Hidalgo fuera reconocida, hasta llegar al siglo XX, donde se le reconoce con el “título de padre de la patria”, y afirmar que el grito de Hidalgo el 16 de septiembre de 1810 “…fue a la vez el alarido propio de un parto y el comienzo improvisado, sí, pero también inacabado y, por ende, perfectible de un proyecto de nación”.
Por lo que la Lección 7 es Un buen líder sigue su propia ruta: aprende de los otros, pero sabe abrirse su propio camino.
Podemos afirmar que el libro La ruta de Hidalgo, 7 reglas para gobernar y transformar, es un buen libro, ameno, sencillo, atrayente, documentado, reflexionado, y con propuestas muy puntuales, recomiendo a tod@s que lo lean.