Como te ven…

Como te ven…

Por Velia María Áurea Hontoria Álvarez

Cuando no tenía la mínima gana de arreglarme y ponerme “bonita” —según los estándares de mami—, salía el dicho como sentencia inapelable:
—“Como te ven, te tratan. Así que, vaya de nuevo a su habitación, arréglese y póngase muy bonita.”
Me parecía un exceso. Pero confieso que entendí con los años el valor simbólico de la presentación. No es vanidad: es respeto. Para una misma, para los demás y para el entorno. Las formas —nos guste o no— también comunican. Y una ciudad descuidada, sucia, desordenada, está diciendo algo: “aquí no pasa nada… y si pasa, a nadie le importa.”
Hace unos días estuve en una de las ciudades que más amo: la Ciudad de México. Siempre que viajo, pido que el regreso sea por el majestuoso Paseo de la Reforma. Ver ondear nuestra bandera, recorrer los prados cuidados, las esculturas, las flores, los monumentos… Todo eso que —sin querer queriendo— nos educa y nos dignifica, me reconciliaba con la magia que solo mi tierra tiene.
También entrar a mi Celaya —bajo la tierna custodia de la Virgen de la Purísima Concepción, Patrona de la ciudad—, cruzar el puente del Río de la Laja embellecido por el ingeniero Malo, me arrancaba un suspiro. Y más si lleva agua… porque hay días que una se esfuerza por no dejarse “aguar” por la cantidad de basura que flota en sus aguas.
Aun con todo, esa bienvenida era digna. Honraba al lugar que tanto quiero.
Pero hoy… pareciera que a los gobiernos actuales se les olvidó la importancia de “ponerse bonitos”.
Estoy de acuerdo: las lluvias complican.
Pero no se vale.
Entrar a la Ciudad de México es lanzarse a un tablero de baches. Basura. Jardines vencidos. Paredes pintarrajeadas. Un descuido ofensivo, casi deliberado. Y lo mismo —tristemente— sucede en mi ciudad. La entrada a Celaya no tiene alma ni atención.
¿Y ahora a quién le echamos la culpa?
¿Seguimos en modo “abrazos” y con la escoba confiscada?
La limpieza no es solo estética. Es política. Es seguridad.
En Nueva York, durante los años 90, el entonces alcalde Rudy Giuliani aplicó una política llamada “ventanas rotas”, basada en la teoría de James Q. Wilson y George Kelling: si una ventana rota no se repara, pronto habrá muchas más. El abandono llama al abandono. Pero si se cuida el orden —aunque sea en lo pequeño—, se desactiva el caos.
No es coincidencia que ciudades limpias y ordenadas reduzcan sus índices delictivos. Singapur, con una estricta política de limpieza y espacios públicos bien cuidados, ha mantenido durante décadas niveles bajísimos de criminalidad. Medellín, en Colombia, transformó zonas violentas en parques culturales y bibliotecas urbanas… y la delincuencia cedió terreno.
El entorno educa. Y también advierte.
Decía Octavio Paz que “la limpieza es la poesía del orden”.
Y si no queremos escribir un poema, al menos dejemos de firmar estos renglones torcidos que nos rodean.
Una ciudad sucia es también una ciudad herida.
¿Dónde están nuestras brigadas de imagen urbana? ¿Dónde la autoridad que previene, no solo reacciona? ¿Dónde la ciudadanía que deja de tirar basura y empieza a tirar exigencias?
Porque una ciudad que no se cuida… se pierde.
Y no se vale que nos perdamos nosotros también.
¿Usted qué opina?

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