¿COMPRA DE VOTOS?

¿COMPRA DE VOTOS?


Por G. C. Samayoa Madrigal

Los primeros días de campaña político-electoral por todo el territorio nacional confirman que no hay novedades… sigue más de lo mismo: discursos y narrativas que han caducado, pues dejaron de convencer; procedimientos similares de antaño, pero ahora con el riesgo que implica desenvolverse grupal o multitudinariamente frente a la amenaza de la pandemia del Coronavirus.

Fiesta, triunfalismo, promesas, compromisos… se repite la historia de los anteriores comicios, cercanos y lejanos.

Los abanderados le apuestan a sus plataformas —partidos políticos por demás desgastados y desprestigiados—, no pocos vanidosos confían en la imagen —look que “impresione”, que “cautive” a la gente—, otros le apuestan a la innovación, algunas ridículas, como aquel aspirante a gobernador al que en su promocional le piden vaciar los bolsillos del pantalón y sólo extrae diversas monedas, para describir “traigo el cambio”.

No faltan los oportunistas y derrochadores, como el partido-movimiento que se acredita la campaña de vacunación e informa que destinará de sus recursos para la adquisición de vacunas del COVID-19… o algunos otros que —quizá contagiados por la cuarta transformación— privilegian la austeridad y deciden que de los recursos económicos de que disponen sólo una parte sea para campaña —gasto mínimo— y el resto dedicarlo a apoyar a la población. Casos estos que podrían despertar la sospecha de compra de votos. En este sentido, hay que andar con cuidado porque ya el inquilino de Palacio Nacional advirtió que personalmente denunciará públicamente la compra de votos. Pero además, tener presente la Ley General en Materia de Delitos Electorales, que en el artículo 9, fracción VIII indica que “se impondrán de cien a doscientos días multa y prisión de dos a seis años, al funcionario partidista o al candidato que… Durante la etapa de preparación de la elección o en la jornada electoral, solicite votos por paga, promesa de dinero, recompensa o cualquier otra contraprestación”.

Quizás aún no se entiende que el elector ha evolucionado, se ha politizado, las circunstancias adversas lo han obligado a tomar mayor conciencia de la responsabilidad ciudadana en el ejercicio electoral.

Quizá se pierde de vista que la sociedad sufre el hartazgo y la irritación social, cada vez más desesperanzada, pues su participación en las urnas no consigue el cambio deseado… la última oportunidad la tuvo el 1 de julio de 2018 y, lamentablemente, seguimos en el mismo México… ni es diferente y menos se transformó, promesa que —pese a su incumplimiento— se sigue enarbolando.

Quizá no se concibe que la hazaña de aquel 1 de julio fue de la ciudadanía, no de la organización política ni del abanderado, éstos sólo fueron beneficiarios, concediéndoseles una oportunidad histórica.

La sociedad está cansada de los tradicionales y antiguos procedimientos de promoción política.

La ciudadanía espera, ansía el diálogo cercano y sincero. Compartir historias de éxito y de fracaso con los abanderados… historias que los identifique y les acerque fraternalmente, sin lugar a la mentira, al engaño, a las mañas políticas del pasado.

La comunidad ya no se deslumbra por obras de infraestructura espectaculares, cuya materialización no depende del que promete, sino de las circunstancias contemporáneas, las fuerzas presupuestales y voluntades de los que mandan.
La gente quiere algo muy sencillo, que se le tome en cuenta, que se dirijan a ella y que haya congruencia entre lo que necesitan y lo que se ofrece.

El pueblo desea hacer pactos de coadyuvancia. Que se le tome en cuenta ahora que se busca su voto y principalmente cuando el elegido asuma la función pública. Hoy están abiertas las puertas del abanderado, mañana aún más abiertas las del gobernante designado.

Nuevo discurso, diferente narrativa social y humana.

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