
Cuando el silencio habla
Por Velia María Hontoria Álvarez
¿Cuántas veces una mirada tuya ha dicho más que tus palabras? ¿Cuántas veces un silencio marcó una distancia, impuso un límite o protegió una verdad incómoda?
Soy, por esencia, parlanchina. Las palabras —como las letras— se me escurren. Pero han sido los silencios los que, más de una vez, me han definido.
Hoy muy pocas voces, se alzan para decir que el silencio no fue apatía. Que no fue desdén ni abandono, sino una manera de gritar: “Así no”. Que el silencio reflejado en las urnas empanzonadas fue un mensaje. Tal vez confuso, tal vez tímido, pero contundente. Un mensaje que debería hacer reflexionar al nuevo liderazgo que encabeza la presidente Claudia Sheinbaum.
Nos dijeron que hablar era de valientes, pero olvidaron decirnos que, a veces, callar también lo es.
“El silencio es un argumento difícil de refutar”, escribió Josh Billings. Y es cierto: en tiempos de saturación, de ruido, de propaganda, el silencio puede ser también una respuesta lúcida y profunda.
Más, si ese silencio no se acompaña de acción, si se convierte en resignación, se vuelve un acto indigno, una forma elegante de claudicar.
Mirar para otro lado nunca ha servido. Lo prueban las guerras, los genocidios, las injusticias de ayer, de hoy. “No me asusta el grito de los violentos, sino el silencio de los buenos”, advertía Martin Luther King. Y no hay advertencia más vigente.
México parece ensayar hoy un nuevo método: calla. Pero ¿actúa? ¿Mueve estructuras, cuestiona imposiciones, exige rendición de cuentas?
Mientras el discurso oficial presume eficiencia, los números muestran omisión.
La Auditoría Superior de la Federación documentó que, solo en Hidalgo, más de 3,200 millones de pesos en participaciones federales del 2023 no se ejercieron.
Y en el programa IMSS-BIENESTAR se detectaron incumplimientos y falta de transparencia en el manejo de recursos sociales.(Fuente: ASF, informes 1153 y 0414, Cuenta Pública 2023)
Porque si no tomamos medidas, si no defendemos lo que creemos, si no frenamos lo que huele a podrido, lo que parece sabiduría se vuelve complicidad.
Leo nombres de quienes han sido sancionados en el extranjero por corrupción o abuso de poder, más no escucho ni una sola voz desde el Congreso exigiendo explicaciones. Senadores, diputados callan ante la corrupción que ellos mismos, criticaron.
Un ciudadano fue a “pedir perdón”, y la bancada calló. Asumió. “Háganmelrefabror”.
¿Este es el cambio prometido?
Nuestros representantes siguen hablando desde los curules, sí, pero no los veo confrontar a sus partidos. No los escucho corregir a su propio movimiento.
A lo mejor usted sí los ha oído… y yo estoy sorda, cuénteme.
Es momento de definir nuestros silencios.
Callar por dignidad no es lo mismo que callar por miedo.
Callar para escuchar no es lo mismo que callar para sobrevivir.
Y callar para resistir no es lo mismo que callar para encubrir.
¿De qué lado estás? ¿Qué tipo de silencio es el tuyo?
¿Es el de dejar pasar y hacer como que no ves?
¿Es el de disfrutar tus cinco minutos de gloria dando gracias al divino?
Nadie puede defender lo indefendible, cierto es.
Pero hacer como que no ves… es pecado capital.
¿Qué herencia estamos dejando?
Un país lleno de excusas y con la conciencia hipotecada.
Seremos, algún día, fuertemente juzgados por nuestros hijos, por nuestros nietos.
“Donde no puedas amar, no te demores”, escribió Frida Kahlo.
Hoy agrego: Donde no puedas hablar con verdad, tampoco te quedes en silencio. Hazte oír, hazte cargo.
Porque si no usamos la voz —o el silencio— para defender lo justo, lo perderemos todo.
Y entonces, el silencio ya no hablará por nosotros.
Hablarán nuestras tumbas.