
El aborto: Sumar a la cultura de la muerte
Carlos Sandoval Rangel
Un poco de historia:
El aborto no es un tema solo de hoy, pues se trata de un tentativo presente a lo largo de la
historia, pero, hasta hace no muchos años, había prevalecido la sabiduría humana. Para explicar la dignidad y la dicha de la vida, grandes sabios promulgaron el código Hammurabi (1728 a. C.), los sirios y babilónicos dictaban sentencia de muerte a quien aplicara el aborto, los budistas dicen que abortar es matar, en el juramento hipocrático se promete no administrar a la mujer medicamentos abortivos (s V a.c.) y, obvio, para la ética judeo-cristiana la vida humana no es negociable, pues creemos en el Dios de la vida.
En lo más reciente, después de la segunda guerra mundial, la bioética tomó un relieve muy
significativo, impulsada, en gran medida, por los mismos médicos, sobre todo los médicos alemanes quienes se sintieron indignos de haber sido usados para matar por el sistema Nazi en los campos de concentración.
Cuestiones científicas y filosóficas:
El componente genético del espermatozoide y el que está en el óvulo forman dos paquetes que se atraen uno al otro, se unen y forman “un sólo y nuevo ser vivo”. Este ser se compone de 46 cromosomas, 23 aportados por el espermatozoide y 23 aportados por el óvulo. Se trata de los componentes cromosómicos propios de la naturaleza de un ser humano. La madre tiene los propios cromosomas y el nuevo ser, ahí albergado, tiene los suyos. Por lo que no es un órgano más de la madre. Ese embrión no se plantó ahí por la fuerza y una mujer y un varón fueron parte indispensable en ese proceso. Ese nuevo ser sólo pide tiempo y alimento (y ojalá también se le de amor) para desarrollarse como nosotros.
Señores abortistas, no promovamos el aborto, mejor trabajemos por una cultura del amor y de verdadero humanismo. Además, si el cigoto es un nuevo ser vivo y se puede demostrar científicamente, pero ustedes dicen que no es humano, entonces explíquenle a la ciencia ¿cómo debemos llamarle? No es perro, ni buey, ni árbol, ni palma y, como ensañaba Aristóteles, no hay seres indefinidos, entonces ¿cómo le debemos nombrar? Además, nunca, ni la ciencia experimental ni la filosofía han dicho que dos seres de orden diferente tengan los mismos componentes en su naturaleza. Dice una de las máxima más altas de la filosofía que la naturaleza define el ser, así es que, por favor, señores abortistas, examinen la naturaleza del cigoto para que entiendan a qué orden de ser pertenece.
Cuestiones existenciales profundas
Algo muy importante: cuando el cigoto apenas empieza su viaje al útero, ya está en proceso de división celular o mitosis. Lo que reafirma que, efectivamente, es un ser vivo. Empieza un viaje que lo lleva a colocarse en su ambiente de protección natural, dentro del útero materno, donde tendrá todo su desarrollo. A mí y a ustedes, ahí nuestra madre ya nos amaba. Y nuestro padre nos estaba acompañando. Porque ellos no fueron egoístas y fueron responsables de sus actos de amor.
Ahí empieza la historia de amor para la inmensa mayoría de los seres humanos. ¿Quién se cierra a ella? Primero: unos cuantos que, por suma ignorancia o por dar más peso a una ideología o por libertinaje o por extremo egoísmo, se atreven a promover la muerte humana, en este caso, la muerte de los más indefensos. Segundo, hay infinitud de víctimas que viven en condiciones inhumanas, de lo cual muchos somos culpables por hechos o por omisiones. Algunas de esas víctimas, si llegan a estar embarazadas, también enfrentan la tentación de abortar, la mayoría, no por despreciar un nuevo ser, sino por la extrema presión que viven ante condicionamientos sociales, familiares, económicos, etc. De una cosa podemos estar absolutamente seguros: si, a quienes viven su embarazo bajo presiones extremas y sienten la tentación de abortar, les ayudamos a solucionar sus condiciones, jamás abortarían.
Por desgracia, los que tenemos la oportunidad de tocar y sentir a muchos de los que viven en miseria, nunca tenemos la oportunidad de encontrarnos en esas realidades a quienes ahora promueven el aborto, ni a otros que dicen que defienden la vida. La vida no se promueve desde los escritorios, ni desde los centros del poder, sino trabajando para crear condiciones diferentes.
Podríamos ayudar a una chica a que mate a su bebe, pero no hay cura que alcance para superar ese trauma que cargará toda su vida. Además, claro, de los daños en su vientre. Cuando se empieza a matar en el vientre materno, después se vuelve normal matar al hermano en la calle.
Cigoto, embrión, feto, niño, adolescente, joven, adulto, anciano, moribundo… son los nombres que recibimos los seres humanos de acuerdo a nuestros procesos de vida. La esencia siempre es la misma: ser humano, todos con la misma naturaleza, todos con la misma dignidad, pues ésta no es adquirida, nos viene implícita en la naturaleza. Todos con las mismas necesidades: ser respetados, alimentados, protegidos y amados.
Conclusiones:
La urgencia de México no es matar más, sino reafirmar a toda persona.
*Atrevámonos a ver a los ojos a nuestros niños, a nuestros jóvenes, a nuestros ancianos, sobre todo a aquellos con los que guardamos un vínculo especial de amor. Preguntémonos
frene a ellos ¿y si a ti te hubieran matado cuando eras un ser indefenso en el vientre
materno?
*No condenemos a muerte a quien todavía no nace. No condenemos a las jovencitas que han quedado embarazadas de modo indeseado. Ellas lo que realmente necesitan es nuestra ayuda. Y si alguna, por presiones extremas, más allá de su verdadera libertad, termina abortando, no la condenemos, mejor preguntemos cómo podemos ayudarla; pero los médicos y demás personas que, en vez de ayudarla, la llevaron a abortar, sí merecen la
cárcel.
*Mamás háblenle al mundo y díganle a todos de la belleza y el encanto inigualable que es
tener un hijo.
*Chicas que han abortado, sean sinceras y díganle a los legisladores proabortistas que no
saben lo que esto realmente es.
*El trauma de un embarazo no deseado lo sana la familia que las cobija, la amiga que las escucha, la sociedad que no las juzga, las instituciones que las apoyan y acompañan, pero sobre todo el bebé que un día tiernamente te dirá: Mamá, te amo.