En noches de palacio, justicia en oferta

En noches de palacio, justicia en oferta

Por Velia María Hontoria Álvarez

Hace unos días, una persona me preguntó, con genuina preocupación ante el caos financiero global:
—¿Cuál es el secreto para mantener finanzas sanas?
Respondí sin vacilar: no despilfarrar. Porque tanto el derroche como la tacañería son enemigos del equilibrio económico. Gastar sin orden es irresponsable; no gastar lo necesario, es igual de torpe.

Hoy, ante la inestabilidad del tipo de cambio —que superó los 20.76 pesos por dólar, afectando importaciones, deuda externa e inflación—, presenciamos un inmenso despilfarro disfrazado de “participación ciudadana” con la famosa consulta pública para elegir a jueces y magistrados. Iniciativa promovida por el gobierno de la Dra. Sheinbaum Pardo y ordenada, como muchas otras decisiones, por quien ella sigue llamando “su presidente”.

Una propuesta que, lejos de fortalecer la justicia, la debilita. Busca convertir al sistema judicial en botín electoral. Como advirtió Montesquieu: “No hay libertad si el poder judicial no está separado del legislativo y del ejecutivo.” ¿Cómo entonces puede hablarse de justicia cuando se le somete a votación popular en un país donde gran parte de la población no tiene acceso ni a educación jurídica ni a información clara?
De verdad —como diría mi abuela— son ganas de andar de compras.

Según el INEGI, solo 2 de cada 10 personas entienden cómo funciona el sistema judicial en México. Y, con toda honestidad, me sumo a la onceava.
Aun así, se pretende que “el pueblo bueno y sabio” elija a los ministros de la Suprema Corte.
¿Democratización o manipulación? «Usté responda».

¿Habrá acarreo? ¿Instrucciones dirigidas? ¿Campañas veladas? No lo sé, pero no me sorprendería. El viejo recurso del clientelismo ha demostrado su eficacia una y otra vez. En México, desde la Revolución no le cambiamos al modus operandi.
Basta razonar un poco para entender que esta consulta no busca empoderar al ciudadano, sino legitimar una captura ideológica del Poder Judicial.

Recordemos que, según datos del Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP), una consulta popular puede costar más de 500 millones de pesos. Recursos que, en una nación con 46% de pobreza y al alza, no sobran y si, se desangran.

Y como si eso fuera poco, los actores políticos no han soltado la campaña. Siguen con el micrófono en mano, las siglas tatuadas y las promesas en ristre. Olvidan —o fingen olvidar— que, al asumir el poder, se gobierna para todos, no solo para las bases partidistas.
«Un político piensa en la próxima elección; un estadista, en la próxima generación», decía Churchill. Y en México, lamentablemente, abundan los primeros y escasean los segundos.

Mientras tanto, seguimos atrapados en un espejo que refleja desconfianza, polarización y manipulación. Pero el reflejo puede cambiar. No está escrito en piedra. Cambia cuando dejamos de ser espectadores resignados y nos convertimos en ciudadanos activos. Cambia cuando cuestionamos, exigimos transparencia, informamos a otros y dejamos de justificar lo injustificable, aunque venga de los de casa.

Marco Aurelio, el emperador filósofo, escribió: “Hace falta muy poco para tener una vida feliz; está todo dentro de ti, en tu forma de pensar.”
Quizá no podamos frenar solos el derroche, pero sí podemos empezar a decir “no” a la simulación, “sí” al pensamiento crítico y “sí” a la participación genuina.

Porque un país no se construye con slogans, ni con “baños de pueblo”, menos con recorridos fantoches disfrazados de empatía. Tampoco con urnas vacías rellenadas a fuerza de plumón.

Un país se construye con conciencia.
Y ya es hora de reflejar algo mejor.
O… ¿sacamos la tarjeta para participar en su noche de subasta?

Cada quien decide.

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