La iniciativa privada: un pilar infravalorado en nuestra economía

La iniciativa privada: un pilar infravalorado en nuestra economía

Por Velia María Hontoria Álvarez

Desde niña, la voz de mi abuela resonaba en mis oídos con refranes llenos de sabiduría. Uno que me acompañó especialmente en mis travesuras infantiles era: «El que mucho abarca, poco aprieta.» Con cariño me lo decía al verme con ese irrefrenable deseo de probar todo lo que la vida ofrecía pues de esta vida colorina se me antojaba probarlo todo y recorrer curiosa todas sus veredas, surcar cielos atravesando mares. Aprendí el significado de su dicho al enfrentarme con dolores de estómago y trabajos incompletos por mi limitada capacidad.
Hoy, veo un paralelismo preocupante entre mis intentos infantiles de abarcar todo y la actitud de nuestros gobiernos. Obsesionados por hacer el bien, se enfrentan a un pastel económico amplio y diverso, intentando abarcarlo todo de inmediato, bajo la falsa premisa de que «Roma se hizo en un día». Sin embargo, cada sector empresarial próspero se basa en años de dedicación, estudio, investigación y capacitación.
La iniciativa privada, a pesar de las críticas, contribuye con el 70% del empleo formal y el 65% del PIB nacional, según datos de fuentes económicas confiables. En contraste, sin tapujos y hablando en plata las empresas estatales como son PEMEX y CFE han registrado pérdidas millonarias en los últimos años; además de la desafortunada reactivación de Mexicana de Aviación la cual sigue sin rendir frutos financieros.
Cuando observo algunos modelos internacionales como Alemania y Corea del Sur, se puede apreciar como la colaboración efectiva entre gobierno y empresas privadas definitivamente impulsa la innovación y la competitividad, logrando la prosperidad deseada por y para la mayoría de sus habitantes. Es esencial, como señala el Dr. José Luis de la Cruz, director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico, que la falta de especialización en la gestión pública ha frenado nuestro desarrollo económico, hacer oídos sordos y escuchar el canto de las sirenas podría no ser tan acertado por lo que quizá debemos aprender de las mejores prácticas globales y adaptarlas a nuestra realidad.
Sería vital revisar nuestras políticas para crear un entorno que maximice las capacidades del sector privado, mientras se mantiene un marco regulatorio que asegure equidad y sostenibilidad para evitar un “ni tanto que queme al santo ni tanto que no lo alumbre” . También sería aconsejable -sin ánimo de considerarme experta- reducir la burocracia que asfixia la iniciativa empresarial y establecer incentivos para la inversión en tecnología y capital humano evitando la dádiva que no exige.
Enfrentarse a declaraciones grandilocuentes sin sustento no soluciona los problemas. Los viejos sabios advertían que depender demasiado del subsidio gubernamental crea «hijos encorvados con cabezas llenas de pájaros». Es tiempo de asumir que la iniciativa privada no es un adversario, sino un socio crucial en el camino hacia el progreso económico. Aprender de los errores y analizar aciertos, tanto propios como ajenos, seria crucial para construir un futuro donde el gobierno y la iniciativa privada colaboren de manera efectiva y transparente.
Es momento de actuar con visión y responsabilidad para garantizar que nuestras políticas no solo sean promesas, sino acciones que efectivamente generen prosperidad compartida o ¿usted qué opina?.

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