La última misiva
Por Velia María Hontoria Álvarez
Otro año voló. El tic -tac sonará en breve y el 2024 se irá. Ronda esa pregunta inevitable del ¿con qué te quedas y qué dejarás ir? Es un cuestionamiento de diciembre, un ritual de reflexión y cierre. Contigo y con el corazón en la mano acompáñame a responderla.
Definitivamente me quedo con toda esa gente que ha venido a darle fulgor a mi vida, me quedo con la gratitud de quien me acompaña en mis luces, en mis sombras. Me quedo con tus risas, esa mirada amorosa que me dedicas para decirme que me amas. Me quedo con quien me ayudó y abro mis manos para servir sin la exigencia de pedirme que cargará pesos o culpas… hasta donde pueda, hasta donde quiera. Me quedo contigo, indudablemente a quien reconozco como el amor de mis noches, el motor de mis días.
Sin reproches, sin expectativas pido a Dios iluminé a mis representantes, sin amenazas, ni desprecios les señalo que no aguantaré mentiras, ni insertos pagados o esa disque bondad con la que ocultan sus miserias No merecen mi energía ni mis letras. Dejaré la dieta para entrar donde no soy bienvenida, más ensancharé mis hombros para abrazar a quien con amor me recibe. Me quedo con mi salud, ese milagro cotidiano que cuido y bendigo; seré meticulosa al escoger los vicios.
Agradezco a Dios, por ser mi faro, por todo, por tanto. Sacudo las lágrimas, el resentimiento -si es que quedará resabio – destiño las caras largas, ensayando un nuevo tono que adelante el gracias, por favor, rasurando en ese modo cualquier acritud. Me quedo, con la capacidad de sorprenderme ante los cielos azules, las montañas imponentes y el cobijo de mi amado cerro. Me quedo con los amaneceres que me prometen posibilidades y con los atardeceres que me invitan a la calma. Me quedo con mi familia, ese tesoro que Dios y la vida me han entregado. No sé si sean ideales, más sépanse mi mayor tesoro. En sus risas, en sus consejos, en la tolerancia de sus abrazos, encuentro el hogar que me sostiene.
Me quedo con mis letras y busco más para redecorar mis espacios internos. Me quedo contigo, que me escribes, me mandas “wasas”, me escribes que me quieres, si estoy bien y a qué horas llego. Me quedo con mi cocina, esas viejas y añosas recetas que comparto y con la esperanza de probar otras nuevas. Me quedo con mis canciones, con esos trocitos de alegría en los que canto contigo durante el día y a la distancia nos apersonamos.
Ignoraré la ofensa, las malas vibras leeré menos face, instas y mandaré menos whats para procurar la reconfortante charla en persona, así que si no te contesto márcame, como en los viejos tiempos que yo haré lo mismo, pues al final el teléfono es para eso y ya lo he subutilizado. Brincaré con mis ojos por el mundo y cerraré más la boca para aperturar más los oídos, por increíble que esto me parezca. Descansaré más, “prometidísimo”. Iré al cine, leeré más y más para perderme en historias, inspiradoras, poderosas, por supuesto, te invitaré. Recibe con mis letras ese abrazo cálido, honesto, entregado, ten la certeza que de corazón te deseo mejores días, mayores experiencias y que encuentres aquello que estés esperando.