LAS ALAS

LAS ALAS

Por Velia María Hontoria Álvarez

¿Qué función tienen las alas? Me preguntaste con esa mirada larga, llena de curiosidad, que imprimen esos ojos verdes, frescos y mentolados. «Las alas», contesté, «sirven para volar». «¿Como la imaginación?» «Ándale, algo así». Quien vuela es poderoso, es mágico. «Nonna, ¿tú sabes volar?» Eso, a veces, quisiera.
¿Cuántas veces hemos deseado volar? Creo que ha sido una de las inquietudes más profundas de la humanidad desde tiempos remotos. Volar, en lugar de pasear por la tierra, otorga ciertos privilegios que no se alcanzan ni reptando, ni andando. En el antiguo Egipto, las mujeres tenían alas y, por ello, se miraban de frente con los hombres. Se sentaban junto a los ancianos y escribas, entonces sin más la vida florecía.
Hace unos días, leí que una mujer ocupará el puesto de superintendente de la CFE. ¿Quién es? ¿Qué méritos reales y constantes tiene, amén de los curriculares? ¿Qué hará? Más allá de las preguntas habituales sobre si ha cuidado de su hogar o si entiende la importancia que nosotras le damos a la energía eléctrica, hay cuestiones más trascendentales que debemos considerar: ¿Sabrá, deseará y la dejarán invertir para renovar estas viejas y añosas redes? ¿Será capaz de poner freno a los abusos y asegurar que sus inspectores sean honestos? ¿Cómo abordará el desafío del cambio climático? ¿buscará energías ecológicas? ¿Qué pensará sobre el manejo de los servicios a las casas habitación? ¿Habrá considerado retribuir a la industria, un poco de lo tanto que se les quita? ¿Qué mejoras tendrá en mente? ¿habrá revisado los altos costos que absorben los bolsillos, de los que somos dueños de esa la empresa, de todos los mexicanos? ¿Conocerá a Maat, la diosa guardiana del orden y la armonía? ¿Habrá recibido algún consejo sabio de Don Manuel? ¿le guardará la secrecía? O, ¿qué planes tendrá? No lo sé, mis brazos no tienen alas y a ella no puedo llegar.
La señora Maestra Ing. Emilia Esther Calleja tiene 21 años en la institución, según los medios. Pero, eso puede ser mucho o poco, según se vea. Es bien sabido que esa institución ha albergado a hijos y nietos de altos, medios y bajos mandos, solo por entretenimiento y para asegurarse una buena pensión y los privilegios que conlleva. Basta con observar quién es el actual director. Aún no he leído sobre los proyectos que ha llevado a cabo ni sobre su gestión administrativa, pero hoy, de verdad, quiero confiar. Hoy, quiero volar. Al saberla egresada de los Linces de Celaya, supongo que debe ser una persona con principios y valores, alguien que desea que México se encienda de esperanza para que no existan callejones oscuros por donde se escurran a manos de villanos los niños; o donde se pierden los jóvenes y en donde son los viejos devorados por la soledad. Ojalá se inspire en Maat, la hija del dios solar Ra para guiar su gestión y use como ella la pluma de avestruz para darle un orden cósmico al desbarajuste de cables que hacen nidos. Te cuento, que dicen, que es también una bióloga, entonces quizá sabe de árboles y plantas, de flores y nubes. Y si sabe, quizás le dé por ponerle brillo al país. ¿O usted qué opina? Por cierto, ¿sabe usted volar?

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