//MENSAJE DOMINICAL:// Dichosa aquella que ha creído

//MENSAJE DOMINICAL:// Dichosa aquella que ha creído

*IV Domingo de adviento


Pbro. Carlos Sandoval Rangel

“En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea, y entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel”. María nos enseña que el camino de la fe implica, entre otras cosas, ir al encuentro del otro. Hace un viaje relativamente lejos, unas cuatro jornadas, y lo hace a toda prisa, como señala el evangelio. Va para encontrarse y servir a su prima Isabel.
La fe une a estas dos señoras para compartir juntas la alegría de las maravillas de la salvación. María quiere alegrarse de lo que Dios obró en Isabel; pero también Isabel, ante la presencia de María y movida por el Espíritu Santo, exclama: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno.” Y alaba la fe de María: “¡Dichosa tú, que has creído!” (Lc. 1, 42-45). No se entretuvieron en lo circunstancial, en lo secundario, sino que centran su diálogo en las maravillas de Dios.
Una y otra nos hacen ver que para que la fe crezca, se afiance y se comparta, primero hay que acoger en silencio las propuestas de Dios. Y nos enseñan que la fe rinde los mejores resultados cuando aprendemos a decidir con firmeza a partir de esas propuestas divinas. Es así como aprendemos a vivir de lo verdaderamente esencial y no desde la accidentalidad de la vida.
Las circunstancias de María no eran menos difíciles que las nuestras. Su pueblo vivía bajo el yugo de un imperio extranjero. Las condiciones económicas familiares no eran óptimas. La misma visita a su prima Isabel tiene de por medio el desierto. Pero ella actúa bajo convicciones que están muy por encima de todo, por eso es reconocida siempre como la mujer que nos ensaña que la fe nos debe poner en camino para ir al encuentro del otro y compartir las bondades de la vida.
En definitiva, María es figura de la fe. Cree en los proyectos de Dios. Hay quienes piensan que creerle a Dios implica perder libertad, autonomía, felicidad u otras cosas. Eso sucede, sobre todo, en la cultura actual marcada por el inmediatismo, donde todo debe rendir frutos materiales inmediatos. Pero María nos propone una lógica que no siempre da resultados inmediatos ni totalmente palpables por los sentidos, es la lógica del Evangelio, la lógica del “don”. Primero, ella se abre al don de Dios; pero, igual, ella se dispone a donar y donarse. De ahí que se ponga en camino hacia la casa de su prima Isabel, a quien quiere donarle su servicio y, sobre todo, el don de su hijo, que ya la acompaña en su vientre.
Va a servir a su prima durante su embarazo, mostrándonos así que la fe no es una cuestión pasiva, sino algo que genera acción en bien del otro. La fe es compartir la vida, de ese modo, Dios, a través de nuestra fe, puede tejer diversas realidades que le permiten acompañar y compartir con los que más necesitan.
María sirvió al mismo salvador del mundo, quien entró en la historia por decisión del Padre, pero también, en cierto modo, porque María se lo permitió. Como de hecho entra en la historia personal de cada uno de nosotros en la medida que se lo permitimos. María le da a Jesús de su carne, para que tome la condición humana. Ella sirve también al salvador al acompañarlo con su amor materno, desde el vientre hasta el momento de la Cruz. Con nosotros hace lo mismo, siempre nos hace sentir su cercanía. Por algo los hermanos ortodoxos la conocen como “Madre del buen camino”, porque con su amor materno acompaña el camino de cada pueblo y de cada uno de sus hijos.
La Navidad es un fuerte llamado para que también nosotros vivamos la fe en esas dimensiones que lo hizo María: acoger a Jesús, permitirle entrar en nuestra historia e ir a compartir las cosas buenas con los demás.
¡María Santísima, ayúdanos a dar ese paso definitivo de la fe!

CATEGORIES
Share This

COMMENTS

Wordpress (0)
Disqus (0 )