
//MENSAJE DOMINICAL:// Gracias María
*II domingo ordinario
Pbro. Carlos Sandoval Rangel.
Ya no está el pesebre, pero su contenido esencial sigue vivo. En el caminar de la fe, después de la navidad, ahora entramos en el tiempo ordinario. Este tiempo es para aprender de Jesús que nos habla y nos muestra los signos de la salvación. Ahora, podemos adentrarnos más y más en el misterio de Dios, que nos ayuda a entender, también, con más claridad el misterio del ser humano.
El domingo pasado, el Padre celestial, nos pidió escuchar a su hijo muy amado. Mientras Jesús era bautizado, se oyó una voz del cielo que decía: “Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo puestas mis complacencias”.
Pues, ahora es María quien nos pide, de modo único, que escuchemos a su Hijo, el Hijo de Dios: Hagan lo que Él les diga”. Ella, como nadie, sabe que el pesebre fue sólo el inicio del proyecto de salvación. De hecho, podemos decir que sin María no podemos llegar a la altura de la verdadera fe. Por eso el lugar tan especial que ella toma dentro del evangelio. Está presente siempre en los momentos claves de la vida de Jesús. A ella, antes que a nadie, se le anuncia la venida del salvador, el cual se encarna en su seno amoroso. Es María quien lo ofrece al mundo en el pesebre y lo cuida en toda su infancia.
“Hagan lo que Él les diga”, con estas palabras, podemos decir, María introduce a Jesús en la vida pública. Más, sus palabras fueron válidas para aquel momento y lo siguen siendo para la vida del todo creyente.
El “hagan lo que él les diga”, de María, es un verdadero eco de la voz del Padre en el Jordán. Como decía San Juan Pablo II: “La revelación, que en el Bautismo en el Jordán proviene directamente del Padre y ha resonado en el Bautista, aparece también en labios de María en Caná y se convierte en la gran invitación materna dirigida a la Iglesia de todos
los tiempos” (Rosarium Virginis Mariae, 21).
En las bodas de Caná, María nos descubre una de sus grandes bondades: Su valiosa intercesión, que es inigualable. Bien comenta San Alfonso María Ligorio: “Si esta buena Señora obró así sin que se lo pidieran, ¿qué hubiera sido se le rogaran? (Sermones abreviados, 48, 2). Pero no sólo aparece su valiosa intercesión, también nos hace ver sus enorme capacidad para hacer pasar a las personas de los niveles meramente humanos, a los niveles de la fe evangélica, que tiene como elementos esenciales escuchar, contemplar y obedecer a Jesús, por eso: “Hagan lo que Él les diga”.
La presencia explícita de María en el evangelio cierra con el evento de la Cruz; pero su compañía viva ha continuado en todo el camino de la Iglesia. ¿Qué buen cristiano no la ha sentido cerca en su camino?
María, por favor, sigue intercediendo por nosotros, pero sobre todo sigue ayudándonos a adentrarnos en los misterios de Dios. Si sólo intercedes, nosotros caeremos continuamente en la tentación de pedirte cosas que nos sirvan tan sólo para esta estancia terrenal. Pero si además de interceder, nos ayudas a entrar en los caminos de Dios, entonces te buscaremos también para que nos ayudes a obtener los medios que nos unan más a Él.