//MENSAJE DOMINICAL:// La familia, escuela de humanidad y de fe

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*Sagrada familia

Pbro. Carlos Sandoval Rangel

La familia de Nazaret es la escuela de fe y de humanidad más grande de la historia. Por eso, en el contexto de la navidad, la Iglesia nos invita a voltear a ver a esta sagrada familia. Fue Dios quien diseñó al ser humano en clave de familia. Ahí, donde, de modo natural, cada persona es reafirmada en su existencia. Por lo mismo, es también Dios quien quiso que la redención empezara, también, desde el seno de una familia.
Ahora, la conclusión es muy fácil: si queremos que la humanidad vaya mejor, debemos permitir que la familia tenga ese papel fundamental que le toca, por naturaleza, en la formación de las personas. Si la familia está en crisis, también la humanidad entra en crisis: cuando la familia está bien, la sociedad está bien. De hecho, la crisis social que estamos viviendo tiene como fondo, entre otras cosas, una grave crisis familiar y, en consecuencia, una crisis de amor y de sentido de vida.
De ahí, lo importante que aprendamos a vivir del ejemplo de la sagrada familia. Que, humildemente, nos preguntemos ¿cómo le hicieron?, ¿qué les funcionó? Su grandeza no está sólo, en automático, porque ahí nace y crece el Hijo de Dios. En la humildad de su casa en Nazaret, ellos se convierten en una verdadera escuela de vida. Dice el evangelio que después de que María y José encontraron al niño Jesús en el templo, éste volvió con ellos a Nazaret. Ahí “Jesús iba creciendo en saber, en estatura y en el favor de Dios y de los hombres” (Lc. 2, 52). Si Jesús crecía en saber, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres, implica un fondo muy especial: era una familia con experiencia de Dios y experiencia de hogar. Sin esto, la vida no funciona bien.
La familia es el cobijo y la escuela más alta para crecer físicamente y desarrollar las habilidades importantes de la vida. Pero la familia es también una escuela de fe para crecer en las cosas de Dios y, desde luego, en un sano sentido de relación y trato con los demás. Por eso, lastimar la familia, es quitar a las personas la oportunidad de arraigarse en lo que es esencial.
El Papa Pablo VI comentaba de la familia de Jesús, José y María: “La casa de Nazaret es la escuela donde se inició a comprender la vida de Jesús, es decir, es la escuela del Evangelio… en ella todo tiene una voz, todo tiene un significado. La escuela de Nazaret, en primer lugar, nos enseña el silencio. ¡Oh, renace en nosotros la estima por el silencio, atmósfera admirable e indispensable del Espíritu!… ¡oh silencio de Nazaret! Enséñanos a ser firmes en los buenos pensamientos, atentos a la vida interior, dispuestos a sentir correctamente las secretas inspiraciones de Dios. Enséñanos lo importantes y necesarios que son el trabajo, el estudio, la meditación, la interioridad de la vida y la oración que solo Dios ve en lo secreto. Aquí comprendemos el modo de vivir en familia, qué es la comunión de amor, su belleza austera y simple, su carácter sagrado e inviolable. Nos hace ver cómo es dulce e insustituible la educación en familia; su función natural en el orden social. En fin, aquí aprendemos la lección del trabajo. ¡Oh, Morada de Nazaret!, ¡casa del Hijo del carpintero! Aquí sobre todo deseamos comprender y celebrar la ley, severa ciertamente, pero redentora de la fatiga humana; aquí se ennoblece la dignidad del trabajo” (Pablo VI, Visita a Nazaret, enero de 1964).
Es en la familia de Nazaret donde Jesús fue creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres” (Lc. 2, 52). Pero esto no se logra sin una sólida experiencia de Dios y de hogar, que son dos elementos, tristemente, carentes en muchas familias actuales. Las exigencias socio-económicas con que se ha diseñado el mundo de hoy han provocado infinitud de hogares huérfanos.
El Papa Francisco nos recuerda que la familia es parte del sueño de Dios, pues la familia construye la humanidad y hace posible que nadie se sienta solo (Cfr. Amoris Laetitia). Los esposos crecen de modo infinito en la medida que cada uno reafirme al compañero desde el amor. Igual, como padres, crecen y redimensionan su vida en la medida que reafirman el valor de sus hijos a través del amor.
Cuidemos de la familia. Pero también, como dice el Papa Francisco: acerquémonos con compasión cristiana a las familias más frágiles. Aprendamos también de mujeres que, por diversos motivos, valientemente, han sacado solas a sus hijos. No veamos con prejuicios estas realidades, sino con la ternura con que Dios nos busca a todos.

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