//MENSAJE DOMINICAL:// Señor, tú eres nuestro Rey

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*Fiesta de Cristo Rey


Pbro. Carlos Sandoval Rangel

Jesús le contestó a Pilato: “Tú lo has dicho. Soy Rey” (Jn. 18, 37). Sobre este rey ya había hablado el profeta Daniel: “Su poder nunca se acabará, porque es un poder eterno, y su reino jamás será destruido” (7,13-14). ¿Cómo se entiende esto en la actualidad? Se trata de un proyecto divino, que nos conquista desde ahora, en la instancia terrenal, donde le permitimos reinar en nuestro sentir, nuestro pensar y nuestro actuar. Pero, dicho proyecto tiene como meta la gloria del cielo.
Dice Schlegel que vivimos en este mundo gobernados por tres leyes: la divina providencia, que nos asiste y que mantiene a cada cosa en la riqueza de su naturaleza, sin ella el mundo no funcionaría; el libre albedrío, que nos permite elegir lo que cada quien cree que más le conviene; y las fuerzas del mal, que tratan de influir para someternos a una dimensión sólo terrenal de las cosas. Dice: “son tres fuentes de desarrollo histórico que no podrían reducirse a fórmulas y elevarse a principios generales, como ocurre en un sistema racional o en una disciplina natural” (Filosofia della storia, 1844). No es algo que se resuelva con un buen razonamiento, sino haciendo la experiencia de empeñar la vida.
Aunque la fe tiene una lógica, un sentido coherente, su parte más importante va más allá de los alcances racionales. Por eso dice Schlegel, que no se trata de un sistema racional. Hay quienes quieren resolver el problema de Dios con razonamientos, mientras la grandeza de Dios se comprende mejor desde una experiencia de vida con Él. Aristóteles, por ejemplo, concluyó que la grandeza y el orden del mundo solo era entendibles a partir de una inteligencia y un poder superior, capaz de gobernarlo todo. Pero este filósofo nunca tuvo la dicha de disfrutar profundamente de ese Ser superior, como lo hace la viejita que con gran satisfacción ora profundamente frente al sagrario. Al no ser algo de altos razonamientos, Dios es algo alcanzable para el sencillo y para el estudioso, para el pobre y para el rico, para todo el que decide tener la experiencia de Dios. “Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor”.
Dios nos hizo libres, pero, igual, nos dio la capacidad de dejarnos ayudar por Él. Dios quiere estar para conducirnos a lo que nos da plenitud, pero, del mismo modo, Él respeta esa libertad humana, por lo que muchos le pueden decir: no me convence tu propuesta. Las capacidades humanas naturales ya son un don extraordinario de Dios, pero, desde el pecado, tenemos la tendencia, la tentación de absolutizar lo que es relativo, lo que es caduco. Y es, precisamente, eso lo que, a lo largo de la historia, ha llevado al ser humano a querer construir reinos terrenos con dimensiones eternas, lo cual es absurdo.
Hoy Jesús se proclama rey ante Pilato: “Tú lo has dicho. Soy Rey” (Jn. 18, 37). Así lo celebramos en la Iglesia entera. Mas, no sólo para los judíos y para Pilato, sino, también, desde las perspectivas de la cultura moderna: ¡qué difícil entender que Cristo pueda ser nuestro Rey! ¿Él, qué sabe de estrategias económicas y políticas? ¿Qué entiende de desarrollo científico y técnico? ¿Y, un joven cibernético, con altos ideales de éxito, hambriento de conquistar el mundo, podrá sentirse identificado con un Rey como Jesús? Además, ¿al mundo de hoy le podrá atraer un rey que ha hecho de una Cruz su trono y que su corona es de espinas?
Obviamente que, desde las perspectivas y mediciones meramente temporales, es difícil que Jesús encaje como Rey. Pero hoy la palabra de Dios nos da unas razones mucho más profundas por las cuales sigue siendo válido reconocer a Jesús como nuestro Rey: los reinados temporales se doblegan con la muerte, los reinados desde la verdad y el amor se eternizan, pues se sustentan en Cristo que es Alfa y Omega, el Principio y el Fin de todo (cfr. Apocalipsis, 1, 8).
Si los líderes religiosos judíos y el mismo Pilato hubieran abierto su corazón a las propuestas de Jesús, sus propias tareas religiosas y civiles, respectivamente, hubieran tomado otras dimensiones. Las mismas estrategias económicas y políticas actuales, sostenidas con la verdad y el amor que emanan de Dios, darían cuentas más aplaudibles en bien de la humanidad. Así, el ser humano no viviría sometido a la idolatría del dinero y del poder.
¡Viva Cristo Rey!

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