PAÍS DE LAS APARIENCIAS

PAÍS DE LAS APARIENCIAS


Por G. C. Samayoa Madrigal

No cabe duda de que en el terreno de la política, México es el país de las apariencias y de ello se van sumando las evidencias en el actual proceso electoral iniciado desde el mes de septiembre del 2020. Una prueba contundente lo es el estilo de confrontación de candidatos puesto en práctica por los institutos electorales tanto el federal como los de los estados.

Los anuncian como debates, pero están muy alejados de cumplir con las características de un debate, empezando por reconocer que dos o tres horas son insuficientes tan sólo para el duelo verbal entre dos candidatos. Hay que imaginar cuando se trata de entre seis y once aspirantes, sería jornada del todo el día.

Lo único que logran con esas confusas confrontaciones, pésimamente moderadas, es privilegiar el discurso del odio. Los contendientes van más dispuestos a la descalificación, el denuesto y el engaño, que al análisis serio de las problemáticas y a las soluciones congruentes, creíbles, alcanzables. Todos, triunfalistas, capaces de auto exhibirse como factores del cambio abundando en promesas: transformación de las comunidades, mejoramiento de la política, eficiencia administrativa, seguridad, educación y salud garantizadas, y más… muchos qué, pero ningún cómo ni cuándo.

Este esfuerzo por reunir en una sola sesión de dos a tres horas máximo, pensado para promover el voto razonado, resulta infructuoso, pues algunos de estos eventos han derivado en espectáculos vergonzosos. Lo único que se logra es exponer las debilidades de los candidatos y es entonces cuando surgen las dudas de los electores. Es difícil encontrar al mejor y se obliga la búsqueda del “menos peor”. ¿Cuál incentivo? ¿Le apuestan al desánimo?

Es una oportunidad realmente desperdiciada.

Lo que se pretende es que el pueblo conozca a las personas que les están solicitando el voto de confianza para gobernarlos, para representarlos, para abanderar proyectos y soluciones a las necesidades apremiantes del pueblo.

Sería más sencillo, respetuoso y práctico si, en lugar de confrontación o “debate”, los recursos de esos institutos electorales se destinan a hacer la presentación formal de todos y cada uno de los candidatos que estarán en la boleta del próximo domingo 6 de junio de este 2021.

Videograbar a cada actor político, permitirle entre 5 y 10 minutos de participación en la que manifieste quién es, cuáles son sus orígenes, sus bases académicas y su experiencia profesional, la propuesta como candidato y el compromiso como servidor público (de alcanzar la mayoría), por último, referir al menos un hecho o una obra, o una acción o un suceso personal que garantice que sabe cumplir su palabra. Sólo se requiere de preparación, conocimiento, talento, ingenio y poder de síntesis

Presentar en un solo programa —transmitido por televisión y las redes sociales— las videograbaciones de los candidatos que contienden por una misma posición. Entonces sí habrá seriedad y posibilidad de comparación, eliminando los distractores veborreicos. Así se le conceden elementos de juicio al auditorio —a la opinión pública— para evaluar las capacidades y potencialidades de cada uno de los abanderados de las diferentes opciones políticas.

Lo visto hasta ahora muestra falta de calidad en la moderación y de capacidad en el debate.

Lo dicho, México es el país de las apariencias.

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