PISANDO FIRME, REVOLTOSA

PISANDO FIRME, REVOLTOSA

Por Velia María Hontoria Álvarez

Cuando las personas olvidamos que bajo nuestros pies hay un suelo firme, flotamos, entre ilusorias nubes se dan brincos, suponiendo una inexistente expansión inmaterial. El tono en do mayor falsea y el divo recubierto del espeso betún no logra ocultar el ajado rostro. Dicen, que todo aquel que se baña con los jabones de la presunción -advertido por aquellos que saben- desde su dolor se embriaga, esparciendo ínfulas y prepotencia sin fin. Despegar las plantas de los pies del suelo, nos lleva a presentarnos como lo que no somos, asumiendo lo que no podemos, omitiendo que el éxito, lejos de ser mérito propio, nace de los cientos de pequeñas cooperaciones, muchas veces, de manos anónimas, que logran aquel imposible. Por ello, cuidar el suelo, debería ser tarea autoimpuesta, obligada para todos los que transitamos en este hermoso mundo. Recordemos que los humanos carecemos de alas; las que nos colgamos, solo son herramientas que, en cualquier ventisca, pueden desnivelar rumbos, llevándonos a vivir en la burbuja de la autocomplacencia, traicionando nuestro destino y compromiso. Es entonces cuando las decisiones unilaterales confunden, sugiriendo que más tarde que temprano esa altanera prepotencia puede enredar los pies de la marioneta, provocando una trágica caída. Mantener los pies tocando suelo requiere no sólo de una sana autocritica, sino también de humildad, sumada a una convicción auténtica de hacer el bien para quién te rodean y lo necesita, no por conveniencias particulares.
Desde 1963 se dedica este día para concientizar y reflexionar sobre la necesidad de proteger el suelo y el agua; dado que la higiene de los suelos es indispensable para que mantengamos este recurso finito, del cual depende la producción de alimentos, así como la regulación de los ciclos del agua, el almacenamiento de carbono y el mantenimiento de la biodiversidad. El hombre y los animales se alimentan de lo que produce el suelo, las plantas necesitan de la tierra para echar raíces y, crecer; por lo tanto, en una tierra insalubre se cosechan enfermedades, toxicidad y sin lugar a discusión detiene el ciclo de la vida. Por lo que la conservación del suelo es un tema de seguridad nacional, patrimonial e individual tan necesario como el mismo aire para respirar o el agua para beber. Para proteger el suelo no se requiere ser experto, se necesita buena voluntad apoyada en el sentido común. Regular el uso de pesticidas y fertilizantes, detener la contaminación a suelos -tirar el aceite de la cocina al fregadero, si hace daño- y desde el micro al macro cada uno abonar para contrarrestar el desgaste natural que existe en esta superficie que cuenta con tantos inquilinos, importante pagar con el granito de conciencia en el hacer. Sumar esfuerzos desde lo individual, en la comunidad y con el gobierno es un deber ser, pues solo con esfuerzos en conjunto podremos asegurar que las futuras generaciones tengan acceso a un ambiente sano y recursos suficientes para la supervivencia. El futuro de nuestro planeta depende de lo que hagamos hoy. Dejemos de flotar en la inmaterialidad mientras el suelo bajo nuestros pies se degrada. Es momento de actuar con firmeza, desde el amor y con moderación, apoyados en un compromiso inquebrantable hacia la preservación de la vida. Heredemos una tierra de bien.

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