REVOCACIÓN… ¿POR QUÉ DUDAN?

REVOCACIÓN… ¿POR QUÉ DUDAN?


G. C. Samayoa Madrigal

Cada vez el ciudadano está más desencantado por la forma en que se hace política y como se llevan los asuntos públicos. Continúan perdidas la confianza y la credibilidad, circunstancia social que no se resuelve, sino se agudiza.

Culpa de ello lo tienen en forma especial los partidos políticos, que mantienen criterios tanto obsoletos como perversos, desatinando en propuestas y acuerdos. Perdidos en el espacio social a grado tal que no logran establecer sistemas, estrategias o proyectos que les pudieran permitir atender las demandas y requerimientos de la sociedad con celeridad y eficiencia que cada caso demanda.
Así es que la sociedad desconfía de las instituciones públicas, a las que contempla desarticuladas y cerradas al diálogo.

Algo de responsabilidad es atribuible también a los medios de comunicación, aquellos que parecen traer perdida la brújula. O los que se apartan de la vocación como voceros del pueblo y promotores, impulsores y fomentadores de la opinión pública. Los que por intereses o compromisos inhiben la participación social en el quehacer público y en los procesos políticos. Los que niegan la tribuna a la denuncia y demanda popular. O los que, apartados de su propósito natural, pierden equilibrio, mesura y calidad noticiosa (información, formación y discusión).

A todo ello se debe el desinterés de la ciudadanía en los asuntos públicos. No hay confianza en el gobierno. Está desacreditado el trabajo de la política y de los políticos.

Es así como se están generando vacíos de poder, pues no contar con servidores públicos confiables, provoca inestabilidad y anarquía, lo que verdaderamente frustra a la sociedad.

Lo que prevalece en la actualidad política y gubernamental es exclusivamente el interés de ganar elecciones, más que eficientar gobiernos. Servirse de la ciudadanía, no servirla. Ordenar, no obedecer. Grillar, no hacer política. Acaparar y/o heredar el poder, desechando alternancia y pluralidad. Alegar, no argumentar. Transar, no negociar. Incumplir responsabilidades. Cambiar leyes, para no respetarlas. Añorar el pasado, despreciar el futuro.

Grave realidad resultante de instituciones obsoletas.

Todos estos elementos inciden en el estado emocional de los mexicanos que, ante el bombardeo publicitario de convenientes e inconvenientes atemorizantes, duden si asistir o no el domingo 10 de abril de este 2022 a participar en el proceso de revocación de mandato presidencial.

Desde luego que es importante asistir a ésta y a todas las jornadas electorales, para vencer el fenómeno social del abstencionismo. Importantísimo, porque la abstención, más que desprecio popular, significa debilidad ciudadana. El abstencionismo brinda el campo propicio a las mañas, las trampas y las perversidades político-electorales.

Sin abstención, se contrarresta el “borreguismo” acostumbrado por los gobiernos y los partidos. Las elecciones son la oportunidad dorada del pueblo de “quitar y poner” a sus representantes, a sus gobernantes. En la casilla, frente a la boleta, sólo existe una voluntad que decide, la del propio ciudadano que vota. El voto es secreto. El compromiso no es con personas, partidos o gobiernos. El compromiso es con la propia conciencia social. Con honestidad determinar qué conviene a la comunidad, al municipio, al estado y al país. Defender los intereses del pueblo, no de mercenarios del quehacer público.

Ese es el reto el 10 de abril. Acudir nutridamente —el 40% del padrón electoral o más, mucho más— a las urnas y tomar la decisión si se revoca el mandato al presidente López Obrador, por haberle perdido la confianza. Lo permite y avala la Constitución.

Tener presente que en estos momentos el país requiere ser fortalecido y modernizado. Contar con un gobierno en el que prevalezcan la justicia y la igualdad. Garantizar un estado democrático y honesto.

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