//Mensaje Dominical:// LA LUZ DEL MUNDO
*III domingo del tiempo ordinario
Pbro. Carlos Sandoval Rangel
Da inicio, de modo formal, el ministerio de Jesús, su presencia pública. Con palabras y hechos mostrará que el Reino de Dios ha llegado. No sólo llama a sus primeros discípulos, sino que de inmediato irrumpe con su obra por todas partes: “andaba por Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando la buena nueva del Reino de Dios y curando a la gente de toda enfermedad y dolencia” (Mt. 4, 23). Siglos antes el profeta Isaías había señalado este momento como la llegada de la luz: “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en tierra de sombras, una luz resplandeció” (Is. 9, 1).
Pero ahora, cabe una pregunta: ¿Cristo es la luz que el hombre del siglo XXI necesita? Las palabras del salmo: “El Señor es mi luz y mi salvación”, ¿no serán acaso parte de un mito de la historia, que la gente supersticiosa se aferra a creer?
El rechazo de Dios, como luz de la vida, no es algo nuevo. Ya Platón hablaba de los que formalmente rechazan la existencia de lo divino. Igual señalaba el problema de los indiferentes y de los que creen, pero de modo superficial (cfr. Libro de las leyes). Mas, nunca, como en la época contemporánea, el ateísmo y la indiferencia religiosa han adoptado expresiones tan variadas.
En el fondo, la complicación por el tema de Dios no es un problema sólo religioso, sino, ante todo, antropológico. Es decir, el problema es el modo como el ser humano se concibe a sí mismo, como proyecta su vida. No se trata sólo de un oscurecimiento de Dios o una falta de Dios, sino una falta de apertura. Es común que hoy se hable de ser personas con mente abierta, sólo que, en lo común, mente abierta significa no espantarse ante las tonterías de la vida. Mientras que la mente abierta debería ser para aprender a vivir y aprender a entender al otro.
San Agustín, por ejemplo, hablaba de la interioridad, tema que desarrolló muy bien. Pero la interioridad, como él la presenta, no tiene como consecuencia que la persona se cierre en sí misma, sino al contrario, desde la riqueza interior, la persona trasciende y sabe convivir con el mundo, las personas y, desde luego, con Dios. A diferencia de esto, el mundo contemporáneo trata de posicionar la autonomía de la persona, pero la aísla. Asegúrate tú, primero tú, luego tú y después tú. A esta visión se suman lo material y la satisfacción sensible como elementos esenciales. “Haz lo que te haga sentir bien a ti”.
Como es obvio, en una mentalidad así, Dios no cabe, ni mucho menos cabe la opción de pensar en consagrar la vida para ayudar a que el otro esté bien, es decir, el amor al prójimo, que son los principios fundamentales del evangelio. De ahí que, la buena nueva del Reino que hoy Jesús propone en el evangelio no tiene lugar en la nueva cultura.
La ética y la religión no son algo accidental ni sólo cultural. Tocan el núcleo de la persona y, desde ahí, influyen en la totalidad del ser y su actuar. Señala Benedicto XVI: se pensó que solucionando la economía e implementando una visión de progreso, todo quedaba resuelto en la humanidad. Que en esto estaba la nueva luz para el hombre. El hombre no es sólo el producto de condicionamientos externos, también es libertad, interioridad, amor y jamás puede perder su referencia a Dios. El hombre moderno también necesita la reflexión y una sana comprensión de vida que solo la fe puede dar.
¡El hombre de hoy necesita de Dios! Sin Él, se seguirá enfrentando a sus enormes vacíos interiores y el tejido social seguirá en picada.
Además, la fe no discrimina las verdades que la ciencia nos ofrece, ni las bondades de una economía verdaderamente humana. La fe, simplemente, integra las bondades de todo y les da un sentido último. Por tanto, la exhortación “Conviértanse porque ya está cerca el reino de los cielos” (Mt. 4, 17), no nos separa de las capacidades humanas ni de las tareas terrenales, sino, más bien, nos llama a dejarnos ayudar para educar la voluntad y nos compromete a una seria responsabilidad social.
¡Cristo es la luz que el mundo más necesita!