
//MENSAJE DOMINICAL:// Vivir siendo prójimo
*XV domingo del tiempo ordinario
Pbro. Carlos Sandoval Rangel
Un doctor de la ley le preguntó a Jesús: ¿qué debo hacer para conseguir la vida eterna? El Señor Jesús, para responder, lo induce hacia la esencia de los mandamientos, que el mismo doctor resume: “amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu ser, y a tu prójimo como a ti mismo” (Lc. 10, 25ss). Hasta ahí, los dos están de acuerdo y, efectivamente, los mandamientos son el camino de la vida, así lo comunicó Moisés al pueblo (Dt. 30, 10-14).
Pero viene una siguiente pregunta: ¿y quién es mi prójimo? Por lo que el Señor le expone la muy conocida parábola del buen samaritano. Y, aunque es clara y contundente, para no dar pie a excusas, Jesús concluye y asegura un compromiso necesario: “¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del hombre que fue asaltado por lo ladrones? El doctor de la ley le respondió: el que tuvo compasión de él. Entonces Jesús le dijo: anda y haz tú lo mismo” (Lc. 10, 37).
Preguntar sobre quién es mi prójimo para amarle, siempre nos pone en la tentación de tomar salidas falsas, como ir seleccionando, a mi criterio, quién es mi prójimo y quién no, con quien tengo un compromiso de vida y con quién estoy exento de determe en el camino. Decía el Papa Francisco, es increíble cómo nos vamos acostumbrando a mirar para otro lado y pasar tranquilamente de largo, aunque el otro esté tirado. Por eso, la indicación de Jesús: “ve y haz tú lo mismo”. Tú, también, pórtate como prójimo.
El buen samaritano, al portarse como prójimo, nos enseña que la existencia de cada uno está ligada a la de los demás, sin importar los estatus, los esquemas. Por ello, no tenemos que pensar la vida como tiempo que pasa, sino como tiempo de encuentro con el otro. Ser prójimo, es tener la capacidad para detenerme con el que me necesita. Y, a veces, hay que ir a tocarle la puerta de su casa para preguntar qué le hace falta. Cualquier otra actitud, decía el Papa Francisco, nos asemeja a los salteadores o a los que pasan de lejos.
Pasar de largo, es precisamente uno de los síntomas de esta sociedad enferma, carente de humanismo, por eso, tanta violencia, indiferencia y atropellos. Son los síntomas de una sociedad que quiere crecer, pero ignorando el dolor de los vulnerables. Hablar de los pobres, de los necesitados, de los caídos, sea en discursos políticos, religiosos o sociales no es lo mismo que detenerse, levantarlos y curar sus heridas.
Los caídos del camino están también cerca de nosotros, en el centro de las ciudades, no sólo en las periferias geográficas, o, como decía el Papa Francisco, en la propia familia. Amar siendo prójimo, como estilo de vida, nos permite romper, una y otra vez, el círculo y llegar a los que espontáneamente no siento como cercanos. No son pocos los ancianos y enfermos que, por su propia discapacidad, se sienten o les hacemos sentir como una carga.
El objetivo frente a los vulnerables es muy alto, pues no es sólo darles de comer, sino integrarles, “que participen activamente en la comunidad civil y eclesial” (Francisco, F T). Pero, eso no es fácil pues hay que romper esquemas, detenernos y disponer de nuestras capacidades, de nuestro tiempo y de nuestros bienes, como lo hizo el buen samaritano.
Pero, “si haces esto vivirás”.