EL VENCEDOR ELECTORAL FUE EL PUEBLO
Por G. C. Samayoa Madrigal
No hay que hacerse bolas ni especular… el 6 de junio el triunfo fue para el pueblo, cuya participación como funcionarios de casilla y también como electores responsables hicieron que la jornada fuera impecable y democrática.
La hazaña es de la participación ciudadana. Civilizada, ordenada, vigilante, respetuosa, valiente, sin temores, sin dudas, con decisión, convicción y respaldo a la democracia…
…Las autoridades sólo cumplieron lo que por ley les obliga. El INE formalizó la jornada, previo trabajo de organización y capacitación, ajustado y ajustando a los actores a las regulaciones electorales. Al gobierno federal correspondió la vigilancia para dar certidumbre a la paz y tranquilidad, aunque tristemente hubo actos de violencia que lamentar. Hicieron lo propio los organismos electorales regionales y locales, así como las autoridades estatales y municipales.
Los que no entendieron —siguen sin entender— la lección, son los partidos políticos, todos, sin excepción. No logran salir de la obsolescencia ni ponerse a la altura de una ciudadanía que ha evolucionado, es consciente, se ha politizado, se mantiene bien informada, se identifica y genera causas comunes, convencida en permanecer dentro de un ambiente democrático. Rechaza el abuso de poder, el autoritarismo, las mafias políticas, las actitudes facciosas, la impunidad, la desigualdad y la corrupción.
Ese es el mandato del pueblo, expuesto el 1 de julio de 2018 y ratificado el 6 de junio de 2021.
No obstante ser muy claro el mensaje ciudadano, las organizaciones en sus desenfrenadas expresiones triunfalistas evidenciaron el envilecimiento que a todas caracteriza, producto de la ambición desmedida. En términos coloquiales, exhibieron la forma en que quieren “repartir el pastel”, principalmente en la diputación federal. Los que pretenden obtener la mayoría a cualquier precio y los que valoran aprovechar la circunstancia. Triste y vergonzante.
Ya se observa a los triunfadores afilar sus armas para “masacrar” a la sociedad, dispuestos a seguir ciegamente los lineamientos de sus partidos y compañeros en el poder para el desarrollo de proyectos políticos futuristas, anteponiéndolos a los intereses del pueblo.
Todos prometieron “trabajar de la mano de la ciudadanía”. 24 horas después del triunfo electoral, pasó a ser letra muerta, como ha sido la constante por muchos años. Confirman la ambición del voto por llegar a la función pública para servirse y no para servir.
Sin embargo, el pueblo evolucionó y ha confirmado que el efecto del voto no se evapora en las urnas. Por el contrario, se fortalece durante la función pública de los ungidos, que estarán bajo la observación de la ciudadanía, que exigirá el cumplimiento de promesas y compromisos. La sociedad ya se organizó y demostró saber hacer causa común, pretendiendo el bienestar social, el respeto a las leyes, el cumplimiento de los compromisos constitucionales y el progreso del país.
La sociedad ha tomado conciencia de forjar los frentes necesarios que inhiban las malas artes de las mafias políticas pretensas del poder. Se construye y fortalece el poder ciudadano, con la conciencia de que el valor del voto es duradero. Así como otorgó el acceso al ejercicio público, de la misma manera puede frenarlo en cualquier momento, cuando las circunstancias extremas lo precisen. Hay que tomar en cuenta que la revocación de mandato no sólo es aplicable al presidente del país, sino a todo aquel llegado a la función pública por la vía del sufragio: legisladores, gobernadores, presidentes municipales y ediles.
También existen mecanismos constitucionales para obligar a esos funcionarios atender y privilegiar los intereses del pueblo, por encima de los particulares o facciosos. Uno de ellos, el derecho de audiencia que concede el artículo octavo de la Carta Magna.
No se subestime al electorado, el pueblo ya aprendió a mandar en las urnas y lo hará en la función pública.