CIEGO, PERO NO MUDO
Por G. C. Samayoa Madrigal
La soberbia, sumada a la cotidiana lisonja —canto de las sirenas—, cubre sus ojos y lo aparta de la realidad nacional. El Presidente Andrés López O. (PALO) imagina un México que no existe y no ve el que padecen sus compatriotas. Ceguera común entre quienes le precedieron, a los que él califica de neoliberales.
Paralelamente, el engendro mañanero adquiere ahora también el carácter de confesionario presidencial, en donde le traiciona el subconsciente y en la justificación rebela el incumplimiento, incluso, de lo que es la base —condición sine qua non, dirían algunos— de la 4t: la corrupción.
La sigue combatiendo —dice—, pero no ha acabado con ella, como prometió el 1 de diciembre de 2018 en el Congreso de la Unión… compromiso que no se cansa de reiterar, pero que no acaba de cumplir. Peor aún, reconoce corrupción dentro de su propia administración.
“No deja de haber resistencias —comentó el 12 de febrero de este 2021—, porque todavía lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer, en el gobierno hay todavía funcionarios que se quedaron o que entraron con la idea de que era lo mismo, de que era un simple cambio de gobierno, no un cambio de régimen, no una transformación, que es lo que buscamos”.
En más de dos años de administración no se ha podido desprender de los corruptos ni del pasado, ni del presente. No acaba, sólo combate y se justifica:
“La mejor manera de tener presupuesto es combatiendo la corrupción. La corrupción hay que combatirla, no sólo por razones de índole moral, sino porque es mucho lo que se recupera…
“Nos hemos ahorrado… más de un billón de pesos… en el tiempo que llevamos en el gobierno”… Tratando de interpretar, PALO encontró el lado “bueno” de lo que él califica como “la peor epidemia en el país”.
¿No la permite? Su interlocutor preferido Carlos Pozos denunció mercado negro en Finanzas de PEMEX, asegurando que “piden moche que llega hasta el 20 por ciento” y que la mitad del personal de esa área “trabaja para favorecer a unos cuantos con pagos y créditos”, pidiendo al mandatario: “a ver si puede poner orden, señor Presidente”. Lacónica respuesta: “que el director de Pemex tome nota y que se atienda”.
Más claro fue cuando se dio a conocer el resultado final de la Auditoría Superior de Fiscalización sobre el primer año del actual gobierno: gasto irregular por casi 70 mil millones de pesos, presumiéndose actos de corrupción, y un equivocado estimado en el costo de la suspensión de la obra en Texcoco del Nuevo Aeropuerto Internacional de México. El inquilino de Palacio montó en cólera por lo del NAIM, pero de los casi 70 mil millones, ni pío dijo —el que calla otorga, dicen.
Luego —16 de febrero de 2021— la autorrecomendación en el confesionario del engendro mañanero: “México tiene larga vida y muchas posibilidades de crecer, de avanzar, siempre y cuando no se permita la corrupción, esa es la clave”.
Pareciera que lo tiene claro, entonces ¿por qué no logra la exterminación prometida de esa corrupción que PALO equipara con una pandemia?
Ah que combinación tan extraña —ceguera por soberbia y traición del subconsciente— que mueve a la incongruencia.
¿Efectos de una transformación en proceso de búsqueda, según confesión de Andrés?