//MENSAJE DOMINICAL:// Creaturas nuevas

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*XIV domingo del tiempo ordinario


Pbro. Carlos Sandoval Rangel

Hace dos domingos Jesús explicó a los apóstoles que debía ir a Jerusalén, que ahí iba a padecer, que iba a morir en la Cruz, pero que luego resucitaría al tercer día. También aclaró que el que quisiera ser su discípulo debía tomar la Cruz de cada día y seguirle. El domingo pasado el evangelio nos presentó a Jesús que tomó la firme determinación de emprender el camino hacía Jerusalén, es decir empezó el camino de la Cruz.
Hoy San Pablo, que ya entendió el misterio de la Cruz, nos presume de la dicha de gloriarnos en ella: “No permita Dios que yo me gloríe en algo que no sea la Cruz de nuestro Señor Jesucristo”. Y el mismo San Pablo nos da una razón esencial del por qué gloriarse en la Cruz: con ella, Cristo nos facilita ser creaturas nuevas (Ga. 6, 14-15).
Este planteamiento que hace San Pablo no es algo metafórico ni se trata sólo de un simple sentimiento religioso. La renovación que emana del camino de la Cruz tiene realmente implicaciones ontológicas, teológicas, morales y sociales; es decir, encierra un cambio profundo y total del ser.
Abrazar la salvación obrada en Cristo, encierra implicaciones ontológicas porque nos hace entrar a otras dimensiones existenciales. Lo que antes era sólo natural y, además, perturbado por el pecado, ahora participa de lo sobrenatural. Explica Santo Tomás de Aquino que lo natural ya representa una infinitud de dones, sean físicos, afectivos, así como racionales, los cuales dan al hombre un distintivo del todo especial. Lo que nos corresponde por naturaleza nos capacita para vivir de modo digno y nos coloca por encima de los demás seres terrenales. Pero lo sobrenatural significa que, además, contamos en todo con la ayuda de Dios que nos hace plenos y le da una dimensión trascendental a nuestra existencia. Y, por si fuera poco, Jesús, con su obra, que culmina en la Cruz y en su resurrección, nos libera del pecado que contaminó la naturaleza humana y complicó la acción de Dios en nosotros. Por eso, qué dicha la del hombre que sea capaz de entender y decir como San Pablo: “No permita Dios que yo me gloríe en algo que no sea la Cruz de nuestro Señor Jesucristo”.
“Ser creatura nueva”, como fruto de la Cruz, tiene implicaciones teológicas porque ahora la relación con Dios es diferente. Fuimos creados a su “imagen y semejanza”. Pero ahora, por la salvación, ya no somos sólo creaturas predilectas, que participamos de una herencia terrenal, ahora somos también hijos predilectos, con una herencia celestial, la casa del Padre, nuestra morada última y gloriosa. Cuando queremos ser autosuficientes, y hacemos a un lado a Dios, nos estancamos demasiado en lo terrenal, pero cuando nos abrimos a la dicha del amor divino, entonces los horizontes humanos se vuelven ilimitados. Nuestro ser encuentra la plenitud que Dios mismo sembró en nuestra naturaleza.
Ser “nuevas creaturas” tiene también implicaciones morales, pues, como decía Aristóteles: “El actuar sigue al ser”; por lo que la nueva creatura conlleva también un obrar nuevo. Cristo, con su Cruz y Resurrección, hace resurgir la belleza de la inteligencia y del corazón humano, para que actuemos con plena libertad. Solo así podemos hacer del amor nuestro camino y nuestro distintivo de vida. Es decir, un redimido debe marcar diferencia. De hecho, las primeras comunidades cristianas, sintiéndose libres, rompieron de inmediato con los esquemas caducos y eligieron un modo de vida nuevo, el del amor; lo cual los hacía diferentes al común del pueblo (Cfr. Hech.2, 42-47).
Ser “nuevas creaturas” tiene también un efecto social. Ya sabemos que Cristo no vino a conquistar el mundo con armas y ejércitos, pero sí lo quiere conquistar a través de cada corazón y, a través, del pensar renovado de los suyos. Por eso, cada creatura renovada significa ayudar a que el mundo sea diferente. Las estructuras laborales, culturales, políticas, económicas, religiosas y cualquier otra, serán diferentes sólo en la medida en que las personas que ahí participen sean diferentes.
La cosecha es mucha y los trabajadores pocos, roguemos por tanto al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos (Lc. 10, 1-12). Pero igual podemos decir: Señor, con tu Cruz, hazme una creatura nueva para cooperar en tu campo.
¡Señor, ayúdame a ser de verdad una creatura nueva, pues quiero ayudar en tu campo y, además, quiero que mi nombre quede inscrito en el Cielo!

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