Que regresen, con vida

Que regresen, con vida

Por Velia María Hontoria Álvarez

Semana Santa. Tiempo de descanso, de saliditas, de romper la rutina. Tiempo de amigos, fiesta, carretera, risas… y esa confianza terca en que “todo va a salir bien”. Pero a veces, no es así.

Hace unos días, dos jóvenes —amigos de mi sobrino— salieron a convivir. Pero no volvieron.
Los mataron.

No eran delincuentes. No andaban en malos pasos. Eran chavos con sueños, con planes, con toda la vida por delante. Y aunque no los conocí, su ausencia me duele. Porque representan algo más grande: la fragilidad de la vida en un país donde salir de noche puede ser una ruleta rusa. Donde vivir con ganas ya parece un acto de rebeldía.

Luis y Juan tenían 25 años. Querían comerse el mundo. Pensaban en su futuro, en regresar con bien. Pero México, este México, les dijo que no. Que aunque traigas buena vibra, si cruzas al lugar equivocado, a la hora equivocada, puedes no volver.
Y eso, simplemente, no es justo.

No se trata de asustar. Se trata de despertar. Hoy, vivir aquí es jugar con fuego.
¿De verdad seguimos diciendo “a mí no me pasa”?
¿Seguimos creyendo que la violencia sólo le toca a los “mal portados”?
No. La violencia ya no pregunta. Se mete, arrebata y deja huecos que no se llenan.
No hay “enguardiados” que valgan. Tú también estás en peligro.

Nos confiamos. Pensamos que, por ser Semana Santa, no pasa nada. Que “ya están grandes”, que “se saben cuidar”. Pero esa falsa sensación de control es justo lo que nos hace vulnerables. Vivimos como si nada… mientras la inseguridad nos respira en la nuca.

Y sí, el gobierno tendría que darnos garantías. Pero mientras avientan bolitas, nos toca a nosotros. Como familias, como amigos, como comunidad. Toca hablar, preguntar, poner límites. No desde el miedo, sino desde el amor. A veces, decir “mejor hoy no salgas” es un acto de protección, no de represión.

Toca dejar de ver como exagerados a quienes se preocupan. Porque cuando alguien no vuelve, ya no hay marcha atrás. Se acabaron los permisos, los regaños, las segundas oportunidades.

Ya no queremos más velorios con globos blancos.
Ya no más playeras con frases tipo “te recordaremos siempre”.
No queremos homenajes póstumos.
Queremos abrazos vivos.
Queremos que salgan y regresen.

Me duele, queridos jóvenes, pedirles que se aten las alas. Pero este México no ofrece garantías.

A ti que estás leyendo esto y tienes la libertad de moverte, de decidir, de vivir:
cuídate.
No te digo que no salgas. Te digo: hazte consciente del riesgo.
Mide el entorno.
No le des al destino más poder del que ya tiene.
No juegues al invencible sólo porque tienes buena vibra.
La vida no siempre respeta eso.

Y a ti, papá, mamá, tía, abuela, pareja: no tengas miedo de preguntar, de marcar, de decir “me avisas cuando llegues”. “Ahí, ni de broma vas” “venteestarde”
Eso implica amor.
Eso también salva vidas.

Luis y Juan merecían otro destino.
Sus padres no merecen este naufragio de dolor.
Que su partida no sea sólo otra estadística.
Que sea un grito.
Un eco que resuene en cada salida, en cada decisión.
Que su ausencia prevenga a otros.

Que estos días santos no se llenen de más silencio ni de duelo, sino de reflexión y amor.
Que mis oraciones los abracen en este inmenso dolor.
Y que cada uno, cada una, regrese siempre a casa… con vida.

Y si algo puede darnos esperanza, es que aún estamos a tiempo.
De hablar más, de amar mejor, de cuidar sin pena.
De elegir la vida, todos los días.
De ser red en lugar seguro para quienes amamos.
De que este país, tan dolido, también sea capaz de proteger.

Que Dios nos bendiga…
Y nos alcance a todos.

CATEGORIES
Share This

COMMENTS

Wordpress (0)
Disqus ( )