//OBITUARIO:// FALLECIÓ DON RUBÉN RAMÍREZ VALDEZ

//OBITUARIO:// FALLECIÓ DON RUBÉN RAMÍREZ VALDEZ

*Un impresor reconocido en Celaya, deportista, además de haber sido una persona generosa, esposo y padre amoroso


POR AGP

Celaya, Gto. (14 de abril de 2021).- Don Rubén Ramírez Valdez falleció este martes 13 de abril de 2021, tras una larga enfermedad que lo postró, pero aprendió a vivir con paciencia. Fue reconocido como uno de los mejores impresores de Celaya, labor a la que dedicó gran parte de su vida, en su propia imprenta, llamada “Juan Pablos”, después de haber trabajado 15 años en El Sol del Bajío, donde llegó a ser jefe de linotipistas, y posteriormente como responsable de la Imprenta Francisca.
Rubén, como le llama su hermana “Conchita”, fue el quinto de los 12 hermanos del matrimonio formado por Don “Pancho” Ramírez y Doña “Conchita” Valdés, que vio la luz del mundo el 8 de julio de 1939, en esta ciudad de Celaya, Gto.
Estudió la primaria en la Escuela Álvaro Obregón, la que terminó en 1952; después, sólo cursó un año en la Secundaria Oficial de Celaya, lo que a la postre fue la escuela Preparatoria; quería ser Contador Público, pero por falta de recursos económicos abandonó la escuela a los 12 años, para trabajar y ayudar a su familia.

INICIÓ SU VIDA LABORAL A LOS 12 AÑOS EN EL SOL DEL BAJÍO

Rubén Ramírez Valdez.

Según relata su hermana “Conchita”, se presentó ante el gerente de El Sol del Bajío, y fue atendido por el Señor García Valseca, quien le dijo: “eres un niño Rubén, no puedes trabajar con nosotros”; a lo que Rubén le contestó: ¡Señor, puedo trabajar, debo ayudar a mi mamá y a mis hermanos!; así, conmoviendo la sensibilidad del dueño del diario local, ingresó como “papelerito”, llevando y trayendo lo necesario, para los oficinistas y linotipistas, que ahí laboraban.
Con el transcurrir de los años, aprendió a escribir en máquina y a usar correctamente el linotipo, que era donde se formaban los tipos metálicos de las “planas del periódico”. Pasados los años, llegó a ser el “jefe de linotipistas” del Sol del Bajío, donde trabajó durante quince años el turno de noche para que el periódico saliera muy temprano.
Buscando una mejora laboral y seguir ayudando a su casa materna, aceptó el puesto de jefe de taller de la Imprenta Franciscana en Celaya. En este lapso, su inquietud por el deporte creció y formó parte del equipo de futbol del “Sol del Bajío”, el cual llegó a militar en lo que en aquél entonces se le llamaba “Zona Centro”, que después fue la segunda división del futbol nacional, en nuestro país.
Ya para entonces era un joven muy estimado en el gremio de los impresores y linotipistas, entre quienes se distinguió por ser un joven siempre dispuesto a ayudar a los demás, especialmente a los necesitados.
Recuerda su hermano Gustavo, que en Nochebuena a cada hermano le daba cinco pesos de aguinaldo, lo cual era una suma importante en aquellos días de la década de los 60’s.
Siempre colaboró con las obras de caridad y ayudaba a los religiosos en la difusión de la fe cristiana mediante la imprenta, así como con sus compañeros de trabajo.
Después de trabajar en la Imprenta Franciscana, instaló su propio taller denominado “Juan Pablos”, ubicándola en la calle de M. Ocampo, casi esquina con Blvd. A.L.M.
Siempre bondadoso, dispuesto a escuchar a los demás; aficionado a la música clásica, y al tenis, que practicaba cada fin de semana; ambas actividades eran su pasatiempo favorito.
Formalizó su matrimonio en el año de 1985 con quien fue su esposa hasta el último día de su vida, la señora Margarita Yerena, quien lo atendió con paciencia, amor y sacrificio.
Le sobreviven, además, sus cuatro hijas: Berenice, Margarita, Lourdes y Rocío, con quienes fue siempre un amoroso padre de familia. Sus hijas fueron siempre su gran querer filial; supo hacerse amar por ellas, por la gran ternura que les profesó.
Rubén Ramírez Valdez no fue un hombre famoso, pero sí generoso y lleno de bondad; no fue rico en dinero, pero si en el amor para con los demás; amado por su familia y estimado por sus amigos, ahijados y muchas personas más. Supo vivir con paciencia el sufrimiento de su enfermedad que lo postró, aguardando siempre en el amor de Dios, hasta el último aliento.
¡Viva Don Rubén!.
En paz descanse.
La familia agradece a todos sus llamadas, visitas y muestras de cariño.

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