Trabajar una misión de vida

Trabajar una misión de vida

Por Velia María Hontoria Álvarez

¿Qué te motiva para levantarte cada mañana e irte a trabajar? ¿cuál es la primera frase que llega a tu mente cuándo suena el despertador? ¿Cómo haces para dar ese primer brinco de la cama? ¿de qué forma te desperezas y animas? Aquellas personas que nos sumamos a la actividad que implica, esfuerzo, creatividad y responsabilidad llamada trabajo, sabemos que hay días en los que solo una gran inspiración, sumada a una férrea voluntad es lo que nos permite levantarnos, llegar al trabajo y no firmar una renuncia. Estas letras buscan motivadores que nos inspiren en esos días, en los que nada parece ser suficiente y, un peso inmenso nos abraza obligándonos a arrastrar los pies.
Levantarse a una hora, cumplir con una rutina; ser diferente y constante puede ser abrumador. Cumplir lo que se promete y enfrentar los problemas cotidianos; de eso se trata trabajar y muchas veces ser exitoso; al final del día no solo se trata de ganar dinero para pagar cuentas o satisfacer necesidades materiales; el trabajo es una fuente de inspiración personal, pues gracias a las actividades que realizo puedo contribuir socialmente a que mi medio mejore y las personas que me rodean se desarrollen adecuadamente. Es esto posible o solamente es una mentira para levantarme temprano y no claudicar ¿haré la diferencia o me estoy vendiendo una obra de teatro, en donde solo hay uno que se compra el boleto y ese quién lo paga justamente soy yo? ¿Por qué las personas renuncian sin dar explicaciones? ¿Qué hace que una persona no pueda ser fiel a su compromiso? ¿hay trabajos mejores que otros? ¿Cómo puedo autentificarme e identificarme por medio de una labor? ¿el trabajo me honra y me da certeza? Estas inquietantes preguntas sobre el hacer y contemplar obras completas, amalgamadas con horas de sudor del #ventemilsacrificios me sigue pareciendo fascinante, pues me dan las buenas razones para estar viva y dictar testamento.
Reconocer que el trabajo me dignifica al vivir la oportunidad de expresar talentos y capacidades. La posibilidad de aprender y crecer en el SER. Llave maestra para generar sentido de pertenencia e identidad. Al trabajar, me hago partícipe de la transformación del mundo, pues la actividad que realizo -por ínfima que pudiera alguien suponer – transforma (nunca será lo mismo llegar a una oficina sucia, que, a una limpia y ordenada, ponerme una blusa limpia, es todo un poema a la gratitud). Reconocer que no soy la nata del pastel, sino solo un ingrediente más y que mi estrés es infinitamente menor que el de aquel que tiene al hijo enfermo y no puede pagar la cuenta ayuda a bajarle tres rayitas a ese modo prepotente o de desquiciado que me hace lucir electrocutado durante la jornada. Recordar que soy solo un engrane, tan reemplazable y temporal pone una sonrisa en ese gesto adusto del #sinmisemueren. Al aceptar que trabajar es un derecho, un deber; el acceso a una labor decente deja de ser privilegio y por eso exijo un sueldo equitativo, protección social más condiciones adecuadas para dar así de mí, lo mejor.
El trabajo se cultiva desde la infancia, con ejemplo y formación, trasmitir a las nuevas generaciones el aprecio por una labor bien hecha es un deber al que nadie debe negarse, pues es compromiso de vida para quien toma conciencia de su vocación y misión. Es mayo, el calor arrecia y bajo el sol mis manos se fortalecen sí y solo sí las muevo o ¿tú que piensas? ¿Cómo desarrollas ese potencial?

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