La anormalidad de los normales

La anormalidad de los normales


Por Velia María Hontoria Álvarez

¿Qué es normal? ¿quién es normal? ¿quién tiene el parámetro o la regla para decidir? Desde hace varios días he leído y conversado con algunos amigos sobre el tema, esto, debido a que pareciera que para algunos es común distinguir a las personas con motes, rechazando o aceptando según sea el caso de su preferencia, por lo que me pregunté ¿quién en esta sociedad puede señalar o discriminar a un individuo por el hecho de ser de tal o cual forma o manera? ¿quién determina los grados de brillante, opaco, bello, feo, torcido, derecho? cuando para una madre, un padre cada uno de sus hijos es el mejor, por el simple hecho de venir de ellos y formar parte de su historia.
Con facilidad algunas personas, deciden qué o quién es normal entonces leemos o escuchamos cosas como: ese niño es un sub normal, aquel es anormal y este si es normal; cuando las personas miran a estos niños -en este caso es hipotético- solo puedes ver a tres pequeños, de la misma edad que tienen características distintas en tanto color y textura más otras particularidades, que le son a cada uno común por su genética, además de su carácter, entonces uno es moreno y bailador; otro tendrá largas pestañas y será callado; con otro de cabello rubio y saltador. En suma, tendrás frente a ti a tres oportunidades en crecimiento, para hacer una mejor comunidad.
Si nosotros reflexionamos sobre este punto, con esa percepción de igualdad, desde que compartimos el mismo género humano con las maravillosas salvedades de que cada uno es particular, diferente y único pudiera ser que varias barreras que hoy a algunos les parecen para angelizar, a otros para sectorizar y a varios más para segregar no tuvieran razón ni motivo de ser, pues al final del día quién puede decir o anunciar cuál será el futuro de esos pequeños y como se enfrentaran a los desafíos propios de la vida.
También los padres se catalogan por lo que unos se santifican, mientras otros se victimizan y algunos más se martirizan; el caso es que pareciera que en cada uno de nosotros habita un investigador de INEGI (Instituto dedicado a clasificar, así como elaborar estadísticas de la población del género humano, por edad, sexo, color, capacidades, preferencias, envejecimientos, geografía etcétera) en lugar de mirarnos desde la realidad más pura y objetiva: personas en construcción por SER.
Quien escribe, es una adulta que también fue una niña, tan rara y tan normal como quien pudiera sentenciar, desde sus creencias mis subnormalidades. Entonces, estas letras se encaminan a la búsqueda del entendimiento para evitar tanta etiqueta, que al final solo habla de la frivolidad y las heridas de quien las pone. ¿Qué pasaría si en lugar de etiquetar a los pequeños, educándolos en una extraña convivencia repulsiva, nos ocupamos de enseñarles como dar de si lo mejor, expandimos sus virtudes de compasión, empatía, alegría, justicia y verdad? Pudiera ser que nos sorprendiera una generación de adultos integrales, con tendencias a hacer el bien. Personas que aspiren a pintar el mundo, desde la fraternidad orientados a crear comunidades de desarrollo y bienestar ¿suena bien o es producto de mi subnormalidad? No lo sé, juzgue usted, pues al final desconozco quien sea y, desde que gafas me este leyendo.

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