//MENSAJE DOMINICAL:// Ser testigos del tesoro más sublime

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*Domingo mundial de las misiones

Pbro. Carlos Sandoval Rangel

“¡Qué hermoso es ver correr sobre los montes al mensajero que trae buenas noticias!” (Rm. 10,9). Con estas palabras San Pablo nos recuerda el gran sueño de Dios: que todos sean partícipes de la noticia del amor divino.

El Evangelio tiene una eficacia única e inigualable para transformar corazones, para penetrar las culturas y para abrir la vida de las personas y de los pueblos hacia los horizontes más altos. Por eso, la Iglesia, como lo recordamos hoy, en el domingo mundial de las misiones, no puede guardar para sí la savia de la verdad y del amor divino.

El Papa Francisco, muy al inicio de su ministerio, nos decía: “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación (EG n.27). La fe que Cristo nos compartió es un tesoro tan sublime que no es justo que lo despreciemos, escondamos, manipulemos o deformemos. La fe que Cristo nos trajo es una propuesta completa, por eso, el Papa al hablar de una opción misionera, que nace de la fe, habla de transformar costumbres, estilos, horarios, lenguaje y estructuras, capaz de hacerlo todo nuevo.

Hoy, más que nunca, tenemos que ser esa Iglesia en salida. El mundo está envuelto en confusiones, atropellos, desencantos, intereses egoístas, guerras, discordias y en general en una cultura de muerte. De ahí que, urge que emprendamos el viaje continuo en busca del ser humano, urge que le recordemos a cada persona que existe una opción de vida mejor que la que el mundo seductor nos presenta. La Iglesia en salida son todos los misioneros que van a tierras lejanas a llevar la fe a donde, por tradición, unos pueblos adoran de un modo equivocado a Dios, debido a que nadie les ha compartido el rostro amoroso de Dios, mostrado en Cristo; pero la Iglesia en salida somos también los que estamos en medio de un pueblo que, habiendo tenido la oportunidad de conocer el rostro amoroso de Dios, ha preferido el dios del dinero, del poder y el desorden. A éste pueblo compartamos la alegría de creer en Dios.

De modo especial, en este año el Papa Francisco nos invita a tener dos consideraciones: una, ningún cristiano puede ser auténtico misionero si no actúa en una conciencia de Iglesia. Por eso, nos hace recordar las palabras de Pablo VI: “Cuando el más humilde predicador, catequista o Pastor, en el lugar más apartado, predica el Evangelio, reúne su pequeña comunidad o administra un sacramento, aun cuando se encuentra solo, ejerce un acto de Iglesia y su gesto se enlaza mediante relaciones institucionales ciertamente, pero también mediante vínculos invisibles y raíces escondidas del orden de la gracia, a la actividad evangelizadora de toda la Iglesia (E. N. n. 60). En efecto, no es casual que el Señor Jesús haya enviado a sus discípulos en misión de dos en dos; el testimonio que los cristianos dan de Cristo tiene un carácter sobre todo comunitario. Por eso, la presencia de una comunidad, incluso pequeña, para llevar adelante la misión tiene una importancia esencial” (Mensaje del domingo mundial de las misiones 2022).

La otra consideración, recordando también la enseñanza de Pablo VI, es la fuerza del testimonio: «El hombre contemporáneo escucha más a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escuchan a los que enseñan, es porque dan testimonio» (Exhort. ap. Evangelii nuntiandi, 41). Para el común, dar discursos, hasta cierto punto, es fácil. Pero dar testimonio es encarnar y lo que se encarna, aunque un día el misionero ya no esté, aquello seguirá dando vida.

Responder al deseo divino y, por tanto, al sueño misionero que nos pide el Papa, también implica que seamos una Iglesia capaz de acoger a todos. Iglesia de puertas abiertas. La Iglesia no es para los santos, sino para los que creemos en el amor misericordioso de Dios misericordioso. Dice el Profeta Isaías: “Velen por los derechos de los demás, practiquen la justicia…” (Is. 56, 1).

“Que todos los pueblos conozcan la bondad de Dios y que nosotros seamos sus emisarios”

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