//MENSAJE DOMINICAL:// ¿Dónde vives, Maestro?

//MENSAJE DOMINICAL:// ¿Dónde vives, Maestro?

*Segundo domingo del tiempo ordinario


Pbro. Carlos Sandoval Rangel

Jesús ya no está en el pesebre, por lo que ahora tenemos que preguntarle, como los discípulos: “¿dónde vives?” No tengamos miedo preguntarle ¿dónde vives, Maestro?, ni, mucho menos, perdamos la oportunidad de estar con Él. De hecho, “la fe es decidirse a estar con el Señor para vivir con Él. Y ese estar con Él nos lleva a comprender las razones por las que se cree” (Benedicto XVI, Porta Fidei n. 10).
Jesús ya no está en el pesebre, pero ahora ha escogido lugares predilectos para vivir: en la Eucaristía y, en general, en los sacramentos, en cualquier espacio de la oración, en su palabra, en el hermano, en los pobres, enfermos, encarcelados, en los niños y en los ancianos. Pero también desea estar, de modo vivo, en nuestro corazón.
No tengamos miedo de ir a Jesús para estar con Él. Como Samuel, también nosotros con valentía digámosle: “Habla Señor, que tu siervo escucha” (1 Samuel, 3, 3-10). Que de verdad lo escuchemos, pues, ¡cuánto podemos aprender de Jesús! No tengamos miedo a decirle: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”. No sólo quiero saber, teóricamente, dónde vives. Quiero estar contigo, quiero escucharte y deseo hacer tu voluntad.
Encontrar a Jesús en esas realidades concretas y dejarnos interpelar por Él, es lo que sigue del pesebre. Sólo así, Dios, mostrado en Jesús, deja de ser el Dios ambiguo, lejano e impersonal. Sin esas realidades concretas que nos permiten palpar a Jesús, la navidad se queda reducida una vez más a un sentimentalismo religioso o a una intensa tradición que nos cansa y nos deja vacíos.
Reconocer a Jesús y darnos tiempo de estar con Él, para aprender y hacer nuestros sus beneficios, nos permitirá descubrirlo también como el “Cordero de Dios”, como lo señala Juan el Bautista. Pues, la imagen del cordero hace alusión a su mansedumbre, su inocencia y a la misericordia que viene a compartirnos. Él es el Cordero que viene a ofrecer misericordia. Está con nosotros que somos pecadores, para ofrecernos su misericordia. Hasta sus enemigos se quejaban de él diciendo: “recibe a los pecadores y come con ellos”.
Señor, yo también soy pecador, permíteme sentarme a tu mesa, estar contigo y nutre mi corazón.

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